A doña Yolanda Gutiérrez Machado de Pereira, ahora viuda, le quedaron dos inmuebles que le dejó su difunto marido. Uno, es la casa familiar por más de 40 años. Está en un barrio que es reflejo de la vorágine urbana; cuando se trasladaron era un sector bien tranquilo. Llegar del Obelisco tomaba unos 20 minutos. Después fueron 30. Luego 40. Ahora son más de dos horas en un desesperante tráfico que parece estampida congelada. Igualmente, antes se podía parquear con facilidad; hoy día los vecinos pelean por cuidar que no se parqueen en “su acera”. Doña Yoli, como le dicen los conocidos, ha recibido ofertas por la casa. Piensa venderla para tener el dinero necesario para la vejez que, a sus 75 años, todavía le queda. Se pasará a vivir en la otra casa, que es más pequeña.

Por la casa grande le ofrecen Q2 millones. No está mal. El abogado, amigo de su finado esposo, le dijo que los compradores quieren pagar con dos cheques de caja, uno por la finca y otro por “mejoras” (doña Yoli no entiende mucho eso de las transferencias bancarias). Don Hilario agregó que quieren que la escritura de traspaso se haga por Q100 mil. Y eso ¿por qué? Hilario; y no que el precio acordado es de Q2 millones. Sí, Yoli, en eso no hay cambio, es en el mecanismo porque los compradores quieren rebajar los costos. ¿Cómo así? Mirá, Yoli, si la escritura se hace por el valor real, los Q2 millones, habría que pagar Q60 mil de timbres, o sea el 3 por ciento del valor consignado. Pero, si se hace por Q100 mil, solo se van a pagar 3 mil quetzales. ¿Y por qué ese valor de Q100 mil? Es que, Yolanda, en el IUSI la casa está valuada en Q80 mil, por eso se le subió un poco para redondear Q100 mil. Además, si se consigna un valor de Q2 millones, entonces el nuevo IUSI va a ser de Q18 mil al año, el 9 por millar, más de 4 mil por trimestre, o sea, más de Q1,300 al mes de impuesto de IUSI. En cambio, por un valor de Q100 mil se pagarán Q900 al año.

Ay, Hilario, esas cosas tan retorcidas nunca me han parecido y menos a mi edad. Quiero vivir tranquila, con mi conciencia sosegada. No sé. Pensalo, Yolanda. Algo más, si el inmueble está inscrito en Q80 mil, y lo vendés en Q2 millones, vas a tener una ganancia de más de Q1,900,000 y por lo mismo debés pagar impuesto sobre esa renta. ¿De cuánto es ese impuesto, Hilario? Es del 10 por ciento sobre ese diferencial, sobre esa ganancia. ¡Diez por ciento!, o sea, Q190 mil. Así es, Yolanda, y hay que pagar al mes siguiente, si no, viene una multa e interés que van corriendo cada día. Upssss, Hilario, no sé qué hacer. Te repito que esas guizachadas, perdoná por la expresión, no me gustan. Pero necesitás el dinero. Claro que sí, Hilario, vos lo sabés, pero creo que la ley es la ley y debe cumplirse.

Doña Yolanda pasó muy mala noche. Se tomó las pastillas para dormir como lo hace cuando se le escurre el sueño. Se hizo además un preparado de valeriana que su amiga Teresa le recomendó, en vez del té de tilo. Convocó para el día siguiente a sus tres hijos. El mayor, Mario, insistía que, en caso de venta, se debía cumplir con la ley, pero consideraba que era mucho pisto lo que se iba a pagar, nada menos que Q250,000 en impuestos; sin embargo, se resistía porque no se veía a dónde iban esos dineros, los caminos eran un desastre, los hospitales, las escuelas y encima, los diputados se recetaban grotescos y abusivos aumentos. Elena, la única hija tenía sus propios resquemores pues, con su marido pensaban comprar una casa en carretera a El Salvador en un proyecto habitacional nuevo, pero tenían que pagar, de IVA, el 12% de los Q800 mil que costaba la casa; la bicoca de Q96 mil. Un IVA que nunca iban a descargar siendo que ambos eran empleados y no generaban crédito fiscal. Martín, el pequeño economista, le recomendó a su mamá que mejor esperara, que las leyes inmobiliarias tenían que modificarse pues de alguna manera estaban enfriando la economía. Muchos propietarios preferían no vender, como la amiga Teresa a quien una inmobiliaria le ofrecía buen pago por una manzana de terreno, ideal para un centro comercial. Sin venta no habrá construcción, empleos de arquitectos, albañiles, pintores, comisionistas, comerciantes, nuevos negocios, etc. Para el Estado le resulta mejor cobrar poco de muchos que mucho de muy pocos y, en todo caso la prioridad es dinamizar la economía nacional. Martín tampoco recomendaba eso de dividir el pago en: a) la finca y b) las mejoras. Numerito muy obvio. Además, la SAT ya tiene grandes apoyos en la tecnología –lo controlan todo electrónicamente– y además los bancos deben reportar cualquier “operación sospechosa”. ¡Vaya si Q1,900,000 no lo va a ser en una cuenta que promedia Q15 mil!  ¿Venderá doña Yoli? Eso lo veremos en la próxima entrega.

Luis Fernandez Molina

luisfer@ufm.edu

Estudios Arquitectura, Universidad de San Carlos. 1971 a 1973. Egresado Universidad Francisco Marroquín, como Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales (1979). Estudios de Maestría de Derecho Constitucional, Universidad Francisco Marroquín. Bufete Profesional Particular 1980 a la fecha. Magistrado Corte Suprema de Justicia 2004 a 2009, presidente de la Cámara de Amparos. Autor de Manual del Pequeño Contribuyente (1994), y Guía Legal del Empresario (2012) y, entre otros. Columnista del Diario La Hora, de 2001 a la fecha.

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