La doble moral que maneja el grupo de personas que se identifican como la clase política de Guatemala, liderada por hombres y mujeres que se desempeñaron en los distintos organismos del Estado y que son el vivo ejemplo de la hipocresía que los llevó a ocupar cargos de elección popular y que en el desempeño de su trabajo no se preocupan por el bienestar de sus votantes a nivel regional ni nacional.
Hay ciertas actitudes que a la población le indignan tales como crímenes, actos de corrupción desvelados por las investigaciones periodísticas, declaraciones falsas de los exfuncionarios justificando los grandes desfalcos al erario nacional, aumento exorbitante e injustificado de sueldos, asignación de plazas fantasma, contratos de construcción, alquiler de bienes inmuebles sobrevaluados y compras ficticias.
La impartición de justicia selectiva en casos de alto impacto social y económico, así como en casos especiales que se tramitan en los juzgados y tribunales del país, tienen a la población en estado de nausea y asco; es incomprensible la forma en que se aplica la justicia, dejando en libertad a quienes expoliaron los dineros nacionales para garantizar su vejez fuera de los ámbitos oficiales y también para financiar a sus compinches políticos.
Muchos de ellos no han sido enjuiciados por sus actos deleznables y lo peor aún, siguen siendo admirados por quienes fueron objeto de sus dádivas, limosnas o empleos, pero la mayoría de la población que incluso desconoce sus actos ilícitos permanece ignorante y le da igual lo que sucede.
Nuestro país a nivel gubernamental no tuvo un rumbo definido porque careció de proyectos de Nación; confirmando con ello que no tuvo idea de la dirección a seguir; es decir que no les interesó el desarrollo de los programas sociales sin clientelismo, pensando que serían reelectos por obra y gracia del Espíritu Santo y por supuesto, con el reparto de dinero, control de jueces y fiscales, espionaje, control electoral, persecución selectiva a sus oponentes políticos, censura al periodismo para mantener sus intereses personales, pero nunca para realizar un proyecto en el cual Guatemala fuera más igualitaria, articulada alrededor de valores de democracia y transparencia.
Los gobiernos anteriores se dedicaron exclusivamente a consolidar su proyecto de poder económico -según ellos- con miras a su perpetuación en el poder orientado a retener el Congreso y supuestamente volver a ganar la presidencia; esa es la propuesta de futuro que le presentan a Guatemala los defenestrados del poder.
Finalmente, el elefante en un salón de cristalería: el combate al tema heredado de la delincuencia organizada, desorganizada e institucional que sigue enquistada en la administración pública; los cárteles y la existencia de alianzas entre políticos y narcotraficantes como aliados para defender el negocio, es decir su proyecto de poder.
Hoy, ya, se necesita un esfuerzo colectivo que vaya más allá de los intereses del Estado, se necesita una política que vuelva a mirar a la población como seres humanos y su centro de acción y no como lo fue en el pasado reciente: como daño colateral.
Es necesario y urgente la exigencia de justicia imparcial para erradicar la impunidad y la indiferencia como norma global.