Por ANDREA RODRÍGUEZ
LA HABANA
Agencia/AP
Vestidos con sus uniformes verde olivo, con sus bombas fumigadoras que esparcen un denso humo insecticida al interior de las viviendas, miles de soldados cubanos comenzaron a recorrer las calles de la isla en un intento por mantener a Cuba como el último país del continente exento del brote del virus del Zika.
La enorme movilización también incluye a estudiantes de medicina y a empleados del Ministerio de Salud, que, con sus linternas, recorren salas y patios buscando depósitos de agua donde los mosquitos hacen sus criaderos. Las latas son aplastadas, las macetas revisadas, la basura recogida.
En los aeropuertos los viajeros pasan por un detector de temperatura y una comisión de médicos de bata blanca, les pregunta de dónde proceden y cómo se sienten.
«Nuestro pueblo sabrá demostrar la capacidad de organización para mantener los niveles de salud alcanzados por la revolución y evitar así el sufrimiento de nuestras familias», dijo el presidente Raúl Castro al anunciar esta semana mediante un comunicado firmado que 9 mil soldados profesionales y 200 policías se sumarían a las acciones de prevención, fumigaciones incluidas que hasta ahora realizaban solo jóvenes reclutas del servicio militar y empleados civiles de la salud.
Pese a que periódicamente se desarrollan campañas preventivas, Castro reconoció que en los últimos tiempos hubo una «inadecuada» lucha anti-vectorial (del mosquito que esparce el virus) y «deficiente» saneamiento ambiental. «Como nunca antes en tareas similares se impone ser más disciplinados y exigentes», agregó el mandatario.
El llamado de Castro a la acción fue una rara admisión de las deficiencias en el nivel primario de la salud en la isla, que en estos años sufrió por la falta de equipos, la escasez de personal y el desánimo entre sus trabajadores con sueldos equivalentes a unos 20 dólares mensuales y que el gobierno no pueden compensar, como antes, con subsidios y gratuidades propias de su modelo económico.
También es una prueba a la capacidad legendaria del gobierno para reunir a todo el país detrás de esfuerzos de defensa civil.
Sin embargo, para expertos consultados es solo cuestión de tiempo antes de que la enfermedad, que ya se expandió como pólvora por todo el continente, también golpee también a la isla.
La Organización Mundial de la Salud emitió recientemente un alerta por la rápida propagación del virus.
«Cuba ha tenido unos programas de vigilancia de estas enfermedades muy exitosos, son juiciosos en la detección temprana para evitar la dispersión», comentó a The Associated Press, Carlos Espinal, director del Centro de Salud Global de la Universidad Internacional de La Florida, en Miami.
«Estoy casi seguro de que van a llegar casos de Zika, es inevitable, pero con el sistema cubano de vigilancia, seguro se va a mitigar mucho del impacto negativo en la comunidad y el desarrollo de las complicaciones tan serias que se están viendo el Colombia y Brasil», dijo Espinal.
El gobierno activó además a los Comités de Defensa de la Revolución, una red vecinal presente en cada cuadra, un brazo de las políticas oficialistas, para que comience a hacer consciencia de los riesgos del virus entre la población.
«Cuba cuenta con una serie de ventajas: es una isla, tiene una población homogénea, una infraestructura de salud que llega, aparentemente, a todos los rincones, eso hace más fácil de implementar las medidas preventivas», destacó a The Associated Press Jaime Torres, Director de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela. «Además el sistema político mismo permite que se tomen medidas, incluso de penalización que son más difíciles de aplicar en otras partes».
Una de las lagunas a las que Castro hizo referencia es, por ejemplo, la falta de control de los técnicos que dan el visto bueno a casas que no se fumigaron o donde los moradores alegan alergias, con el fin terminar sus jornadas más rápido.
Cientos de cubanos se infectaron de dengue el año pasado y el gobierno reportó unos 28 casos de chikungunya, aunque estos casos –el mosquito es el portador de ambos males y del Zika– fueron introducidos a la isla por personas contagiadas en el extranjero.
«Aunque no haya esa enfermedad, eliminando el transmisor, eliminamos la cadena», explicó a la AP el doctor Osvaldo Mendoza, quien acompañó a uno de los equipos de militares que fumigaron esta semana miles de viviendas en La Habana.
Además se están haciendo conversatorios con la población para informarle y se pegaron carteles en las puertas de los edificios solicitando el apoyo de los ciudadanos para que vean por ellos mismos si hay larvas en sus depósitos de agua o ofrezcan su apoyo a los fumigadores.
Con el calor y la humedad que comienzan en marzo, luego de un invierno apenas frío, la situación podría complicarse.
«El objetivo es disminuir la población de mosquitos adultos de cara a los venideros meses críticos», explicó a la AP Reinaldo García, jefe de lucha anti-vectorial en un policlínico de la capital quien, al frente de unos 50 jóvenes del servicio militar, cumple un estricto cronograma de fumigación de los edificios de su zona.
Con sus 85 mil médicos y un sector de salud de 265 mil personas, a los que se suma un polo científico y laboratorios propios, Cuba tiene fama por su acceso gratuito a los servicios sociales, así como por sus extensas políticas preventivas.
Su baja tasas de mortalidad infantil y su larga expectativa de vida trascendieron sus fronteras, mientras miles de médicos cubanos desarrollan programas alrededor del mundo, lo que significa millones de dólares de ingresos al país por su participación en convenios con la isla.
En la última semana también se sumaron a la campaña preventiva los estudiantes de medicina, enviados a tocar las puertas a los vecinos para pedirles estar atentos a síntomas como la fiebre y la conjuntivitis, característicos del Zika.
Según explicó en la televisión cubana el doctor Lorenzo Somarriba, del Ministerio de Salud, en las últimas semanas cuando se detectó algún caso sospechoso que aunque luego se confirmara que era una falsa alarma, hubo un estricto control para evitar su contagio en un radio de 500 metros del lugar de residencia del supuesto enfermo de Zika.
La campaña ya comenzó a surtir efecto entre la población, sobre todo entre las mujeres embarazadas, el grupo poblacional que podría salir peor parado luego de los reportes de malformaciones congénitas asociadas al Zika.
«Lo vi por el televisor, las consecuencias para las mujeres embarazadas y los niños, en su cerebro», dijo a la AP estremeciéndose Suset Valdés, con seis meses de embarazo e ingresada de manera ambulatoria a un hospital materno de La Habana Vieja ante un riesgo de pérdida.
«Yo trato de huirle a esas conversaciones, pero se está hablando mucho sobre eso», agregó Valdés de 19 años. La joven relató que algunas de las mujeres encinta que comparten su sala comenzaron a colocar mosquiteros en sus camas y se embadurnan de repelente.
En el hospital materno fumigan los viernes por la tarde, explicó Valdés y junto a ella, su madre, Dolores Hernández, aseguró que se siente mucho más tranquila con su hija hospitalizada, pues en su propia casa un nieto tuvo dengue.
«El tiradero de basura en La Habana Vieja es algo horrible, ahora están recogiendo, corriendo con las alzadoras, destapando tragantes (alcantarillas). Ahora es que se echaron a correr», dijo Hernández, para quien en los últimos años «se dejó estar» el control y se incrementaron los criaderos de mosquitos.