Joviel Acevedo se ha convertido en una piñata. Y darle palos a una piñata siempre posibilita recoger dulces conforme se va rompiendo.

La imagen de un gobierno débil que ha sido malintencionadamente construida se recupera con esta acción del Ministerio de Educación. Por su parte, los diputados que ahora quieren impulsar la creación del nuevo partido Raíces también encuentran la oportuna ventana para aparecer como los líderes fuertes y agresivos que apalean la piñata. Pero también los diputados que se mantienen leales al Presidente de la República llevaron el aporreo de la piñata al extremo de pretender modificar el código penal para agregar como una conducta delictiva la “coacción” para promover o evitar la organización sindical y su movilización, norma que le abre la puerta a una práctica jurídica antisindical.

Otros efectos de esta situación son los siguientes: la dirigencia del STEG ha llevado a que dicha organización cargue con un gran repudio social, el cual contribuye a construir la imagen adversa al sindicalismo que me parece predomina en la mayoría de la población; las redes político criminales que tras bambalinas apoyan a Joviel estarán preocupadas porque el profundo desgaste social de este dirigente debilita a uno de sus aliados; y las élites empresariales aplauden toda lucha antisindical porque sin duda consideran que el sindicalismo es nocivo para la “competitividad” de sus empresas y el desprestigio del mismo los ayuda a mantenerse vacunados para que no se les contagie ese peligroso bicho que lograron eliminar en el pasado mediante la represión contrainsurgente a nivel nacional y las maniobras de todo tipo para destruirlo al interior de sus empresas.

La legitimidad de Joviel entre los maestros se ha debilitado sustancialmente, aunque se mantiene en un porcentaje limitado, entre un 10 y un 15 por ciento de las escuelas según algunas fuentes, concentrado principalmente en dos departamentos del país. Estas bases leales con el liderazgo expresan, por una parte, la defensa de privilegios de muchos de sus dirigentes locales, pero también una confusión ideológica al identificar la relación laboral maestros/gobierno como una contradicción de clase. Por eso esas bases confundidas no entienden que la defensa que hace el Mineduc de la educación pública afectada dramáticamente por este paro de los maestros es, en este caso, un bien social superior a los intereses particulares de los maestros aun movilizados.

Por lo anterior, ese falso piso ideológico en el cual sustentaron la prolongación de la protesta de esas bases confundidas del STEG, debe ser evidenciado.

Considero que la situación referida abre paso para dos caminos de interpretación y acción al respecto. Uno, tal vez el más probable, es el mayor debilitamiento y deslegitimación del sindicalismo. Y el otro, deseable, es una oportunidad para reivindicarlo, a partir de señalar la confusión ideológica que lo ha llevado a responder únicamente a los intereses particulares de sus bases y a las aspiraciones de privilegios de sus dirigentes.

En consecuencia con ese propósito y regresando a los ideales que sin duda tuvieron los actuales dirigentes magisteriales cuando se logró la resurrección del STEG, cuando el abogado Enrique Torres (q. e. p. d.) era su asesor, Joviel Acevedo debería renunciar a su cargo y retirarse del movimiento sindical. Así se terminaría la piñata que todos quieren golpear para sacarle dulces sin abordar la causa de fondo que produjo este tipo de dirigencias. Me refiero a su desideologización, lograda a través de la represión, la cooptación y el estímulo a la corrupción.

En el sindicalismo público hay pocos actores que pudieran encabezar un movimiento de rescate de este. Pero, aunque aún son pocos, existen. Tal es el caso del STINDE y su sabia visión de luchar por lo intereses inmediatos de sus bases, pero sin perder el horizonte ideológico de naturaleza transformadora de las injusticias sociales, el cual inspiró el surgimiento del sindicalismo, en sus diversas orientaciones ideológicas (social cristiana, social demócrata y socialista).

El gobierno progresista de Bernardo Arévalo debería también contribuir a ese rescate del sindicalismo. Enfrentar una práctica sindical pervertida, tal como lo está haciendo, debería acompañarse de un esfuerzo por recuperar su naturaleza transformadora. Respetando la independencia del sindicalismo público y en coordinación con sus dirigencias, el Ministerio de Trabajo podría impulsar una política pública en tal sentido.

Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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