He conocido iniciativas de articulaciones, frentes, alianzas y coaliciones, tanto entre fuerzas sociales como entre fuerzas políticas; pocas de ellas tratan de abordar a fuerzas sociales y políticas, simultáneamente. Existe desconfianza del movimiento social y popular hacia las fuerzas políticas y más a los partidos políticos. Así, los esfuerzos de unidad son positivos; pero es difícil que cuajen en un movimiento poderoso, en tanto no se superen experiencias anteriores y se eviten errores de antes. Lo político es indispensable, porque es la única forma de incidir en las acciones del Estado; pero articularse para el trabajo político, casi siempre por medio de cúpulas partidarias, no ha funcionado. Y no atrae a quienes participan en luchas por causas sociales y económicas.
Hay causas concretas, como la defensa de los territorios, tierras y recursos de los pueblos indígenas; la defensa de los derechos humanos; la oposición a la minería; la justicia pronta, honesta y cumplida; la lucha campesina por la sobrevivencia, la defensa de las y los migrantes; y más. En general, estas luchas no son prioritarias para las fuerzas políticas, con pocas excepciones, por lo que es difícil que su desarrollo sea apoyado por los partidos políticos. Después de las elecciones de 1999, luego del fracaso de mi candidatura a la alcaldía de la ciudad capital, envié una nota a dirigentes de la URNG con mi opinión de que no se llegaría a obtener un triunfo electoral pleno, pese a que se había terminado en tercer lugar con una alianza progresista y Álvaro Colom como candidato, en tanto no se sumaran las fuerzas políticas a las fuerzas sociales, para construir el “movimiento de transformación” y avanzar las luchas de los diversos sectores. Cada cuatro años el esfuerzo se volcaría a lo político, para elegir Poder Ejecutivo y Congreso y atender las grandes necesidades del país.
Intentamos con la RPDG llevar nuestra propuesta a la práctica cuando empezaba el gobierno de Otto Pérez. Construimos el Movimiento de Unidad Progresista y Popular (MUPP): un espacio para la interrelación entre fuerzas sociales y políticas de centro izquierda. Funcionó bien durante un tiempo y se adelantaron conclusiones que sirvieron para esfuerzos posteriores; pero el clima preelectoral, poco después, desbarató la iniciativa. Por ello, he propuesto ahora desarrollar un frente ciudadano -por los derechos humanos, la democracia, el desarrollo y la paz- para dar juntos las luchas generadas para enfrentar tanto la crisis nacional como internacional, particularmente frente al “supremacismo” estadounidense. La idea es compartida por muchas entidades y han surgido diversas articulaciones e intentos de coalición. En este momento inicial, les propongo cuatro puntos básicos: respetemos esas iniciativas y tratemos de abrirnos a la colaboración con las que tengamos causa común; busquemos la unidad en la diversidad y la solidaridad mutua; profundicemos en los aspectos políticos que determinarán la posibilidad o no de lograr el cambio por la vía electoral; y generemos procesos de reflexión, acción y expansión.