Uno de los principales desafíos de nuestra historia política radica en la escasa rendición de cuentas por parte de los gobernantes y los altos funcionarios. Incluso en los contados casos en que se exige responsabilidad, las sanciones aplicadas suelen ser ineficaces o, en ocasiones, inexistentes. El papel en ello de la falta y adulterada información es evidente. Por otro lado, hoy en día, la mayoría de los casi doscientos países del mundo, proclaman que la democracia es la base para tener un Estado de Derecho y derechos fundamentales.
Pero nosotros, cuando hablamos de atentados contra la democracia, rara vez mencionamos como limitación, la falta de información suficiente, veraz y adecuada. En realidad, nuestra democracia carece en buena medida de ella. La libertad de expresión se ve limitada por la falta de acceso a información suficiente, oportuna y veraz, lo que impide participar con responsabilidad en la vida democrática. Además, esta queda supeditada a tradiciones resumidas en un “así se ha hecho siempre”, un principio que termina condicionando el discurso político y social.
La política de desinformación ha sido una herramienta fundamental utilizada por gobiernos y fuentes de poder, para mantener a la población en la ignorancia, con un fin claro: reprimir la disidencia de quienes tienen la audacia de desafiar a quienes detentan el poder. Estos contenidos informativos, generados desde el poder, están cargados de falsedades y mensajes tendenciosos, que ponen en riesgo nuestra democracia. Así en los últimos años, hemos visto cómo son atacados actores nacionales y extranjeros que han desafiado y señalado anomalías constitucionales e injusticias, tildándolos de intenciones malignas (ejemplo de ello se puede ver en los discursos de Jimmy Morales y Alejandro Giammattei). Además, difunden de manera perversa desinformación que socava los derechos de los ciudadanos, muchas veces sin que estos se den cuenta.
En tales circunstancias, en un espacio donde haya acceso a la información es poco confiable, se carece de pluralidad de fuentes y de diferentes puntos de vista, lo que limita la discusión productiva política y ello vuelve imposible formar opiniones acertadas, que puedan confrontarse y producir un accionar acertado y multiparticipativo que lleve a soluciones constructivas, basado en evidencias claras. Pero lo que más me escandaliza es que, de hecho, las personas que han participado en sucesivos gobiernos, resultan ser los más antidemocráticos. Le invito a que se tome la molestia de escuchar una deliberación del congreso; allí podrá darse cuenta de las amenazas legislativas a la libertad de expresión y participación democrática que se maneja en el hemiciclo.
A estas alturas de mi vida, estoy convencido que los gobiernos que hemos tenido, han utilizado como herramienta la tergiversación de la información para influir constante en nuestras convicciones, enfrentarnos unos contra otros y mantener nuestra desunión, socavando de esa manera, que la democracia madure. No ha existido ningún gobierno, que implemente medidas y estrategias enérgicas contra la desinformación y que haga adecuada promoción de la unidad y ayuda mutua.
Entonces, es evidente que todos los gobiernos hacen propaganda; el problema no radica en que la hagan, sino en las narrativas falsas que difunden a tal nivel que acostumbran a la gente a guiarse no por los hechos, sino por interpretaciones manipuladas. De esta manera, un actuar ciudadano sano, se ve ahogado por guerras de palabras que, aunque las personas de bien no las crean, las aceptan, terminan aceptando, aunque en la realidad, un alto costo de vida y limitaciones en sus derechos, las aplasta.
De tal forma que nuestra política, pareciera diseñada para silenciar a cualquiera que cuestione la narrativa oficial. El pueblo no está preparado para actuar contra ello y mucho menos para evitarlo. Así que, si cuestionas sus políticas, eres antisistema y enemigo y si abogas por un diálogo justo reflexivo y participativo, eres visto como un títere de una ideología que hay que eliminar. Esto es, básicamente, lo que está ocurriendo en nuestro entorno.