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Hace casi medio siglo, 49 años y cinco meses para ser precisos, sufrimos el que sin duda ha sido el mayor desastre natural de nuestra historia con un terremoto que causó más de 25,000 muertes y destrucción tremenda de la infraestructura del país. La tragedia, sin embargo, dio lugar a un fenómeno que no se ha vuelto a repetir y que fue esa unión absoluta entre todos los sectores de la sociedad para apoyarnos mutuamente y reconstruir el país en medio del dolor causado por tantas familias afectadas por la pérdida de seres queridos.

En palabras sencillas, los sismos de 1976 nos unieron de una forma que no tiene precedente y ahora, cuando estamos viviendo otro fenómeno de temblores que afectan a toda la población de los departamentos de Guatemala, Sacatepéquez, Escuintla y Chimaltenango, principalmente, tenemos que volver a sacar esa casta que fue vital en aquellos agitados años. Tanto así que el gobierno de Kjell Laugerud, cuestionado por el fraude realizado para imponerlo, se terminó legitimando a ojos de los ciudadanos por la forma en que él supo conducir al país en medio de la catástrofe.

Si bien las mejoras en el campo de la construcción de viviendas y edificios han evitado la masiva destrucción que se vivió en aquel tiempo, son aún muchos los que están sufriendo los efectos de los temblores que, sin llegar a merecer el calificativo de terremotos, -que se aplica a sismos de mayor magnitud- mantienen en ascuas a la ciudadanía. La cifra de personas afectadas no se ha establecido plenamente pero no tiene punto de comparación con lo que vimos en aquella madrugada del 4 de Febrero en la que se hacinaban en muchos poblados los muertos.

Es este otro momento en el que tenemos que mostrar nuestra capacidad para ser solidarios con los que más sufren y apoyarlos con total entrega para que se pueda superar este difícil momento que nos está tocando vivir. Tal y como actuó la ciudadanía en el último terremoto, tenemos que estar preparados y dispuestos a dar más que a recibir porque siempre hay alguien que necesita más que nosotros y auxiliar a quienes podamos, aunque sea simplemente con nuestra disposición a anteponer las necesidades de otros a las nuestras.

Repetimos que nunca en la historia de Guatemala se vivió un momento de tanta entrega y unión como en 1976 cuando un desastre natural nos hizo olvidar nuestras diferencias y discrepancias para concentrarnos en lo urgente que era reconstruir a un país que había sufrido tantas pérdidas en vidas humanas y en cosas materiales. Hoy no estamos ante una tragedia igual, pero sin duda que muchos están pasando grandes penas y nuestro apoyo y solidaridad puede ser una pequeña luz que, sumada a la que proyecta cada uno de los ciudadanos, nos permita ver la luz y la esperanza.

Redacción La Hora

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