La visión tradicional del maestro es «quien enseña». La sociedad tiene dos grandes concepciones de ser maestro, el que tiene vocación, esto es, el que nace para ser maestro. Y la otra, el que se forma, el que estudia para ser maestro, para ser profesor. Como en la naturaleza, la vida tiene colores, no se presenta solamente en blanco y negro, así los mejores maestros, las mejores maestras son una combinación de vocación y de estudio. Lo cierto es que ser un buen maestro en el Siglo XIX, no fue lo mismo que ser un buen maestro en el Siglo XX y menos lo es en el actual Siglo XXI cuando ser maestro ya no solamente es «enseñar». Al nacimiento de la institución social llamada «escuela”, en 1850 en los Estados Unidos con las reformas del reconocido Horace Mann, el padre de la educación pública norteamericana, también nació una noción de maestro como el que sabe, como el que «enseña».
Entonces la concepción de ser maestro era enseñar con un currículo relativamente rígido. Luego vino el Siglo XX que trajo profundas transformaciones en las concepciones de ser maestro y con la emergencia de las ciencias de la educación, el uso de la psicología de entonces para entender el aprendizaje como resultado de acciones del maestro, utilizando un marco genérico del conductismo hasta mediados del Siglo XX. Fue el conductismo la base de las concepciones de aprendizaje hasta casi finales del Siglo XX cuando por fin la psicología da un viraje y abandona el aburrido sueño del conductismo y emerge el cognitivismo. Por fin, por fin se abre la tapa de los sesos y se trata de entender los procesos mentales para explicar cómo se aprende. Abandonamos los estímulos y las repuestas y con ello cambiamos la metáfora de aprendizaje de reflejar a organizar.
Los modelos cognitivos de aprendizaje de finales del Siglo XX han sido clave para entender la forma en que los seres humanos aprenden en general y aprenden en particular física, matemática, química, biología y otras ramas de la ciencia. Armados con nuevas herramientas para entender el aprendizaje, empieza un cambio en las formas de la enseñanza y el maestro dejó de ser el que enseña y procedió a ser el que diseña. Para entonces emergen los mapas conceptuales del profesor Novak, las concepciones de aprendizaje significativo del profesor Ausubel y la emergencia del Cambio Conceptual como una estrategia didáctica para producir contradicciones entre las ideas previas, abundantemente diagnosticadas, y las ideas correctas. Mis colegas en la Universidad Estatal de Míchigan fueron los pioneros de esos modelos que, entonces, revolucionaron la enseñanza y el aprendizaje. Nada de eso vino a Guatemala. Nada de eso ha venido a Guatemala. Somos un país abandonado en materia del progreso de las ciencias del aprendizaje, un país que no investiga los aprendizajes de los alumnos, menos de los profesores, un país que no lee ni las investigaciones mundiales ni realiza investigaciones locales. Creo que jamás ha entrado al Ministerio de Educación una copia de algún journal relevante en el aprendizaje y la enseñanza de la ciencia, la matemática, menos de la educación técnica, de la que no quieren hablar en la Avenida Reforma los sabios que no leen.
Pero el problema del Cambio Conceptual como estrategia didáctica era que no tenía claro el conocimiento base de los profesores. Debimos esperar los reportes de Lee Shulman, también en la Universidad Estatal de Michigan, para entender que los maestros, especialmente experimentados tienen un conocimiento base cuya tipología describió Shulman con su noción de Pedagogical Content Knowledge, PCK (Conocimiento Pedagógico del Contenido), una forma de decir que los profesores tienen ejemplos, analogías, estrategias específicas al contenido que enseñan y es un conocimiento experimental clave para producir aprendizaje significativo, a la Ausubel. También demostró la existencia de conocimiento pedagógico general y conocimiento de otra naturaleza más general, administrativo, ético y otros. Pero lo fundamental es el reconocimiento de que los maestros son profesionales con un conocimiento base. Eso fue lo importante del aporte de Shulman.
Pero al iniciar el Siglo XXI los constructivistas, tanto filósofos, antropólogos, psicólogos, didactas, adoptaron una visión más compleja de lo que es aprender, de lo que es enseñar. Aquí aprender es la capacidad de participar y enseñar, ya no es mostrar, ya no es imponer, enseñar es participar con los estudiantes, adentro y afuera de la escuela. La tarea ahora es construir espacios de coparticipación para que los estudiantes construyan pensamiento crítico más allá de las aulas escolares. Eso es nuevo porque las nuevas tecnologías proporcionan herramientas para más autonomía, para más autocontrol, para hacer del aprendizaje una tarea permanente y no solamente una tarea dentro de un sistema escolar.
Y es aquí donde estamos, donde debemos valorar el trabajo de ser maestro, como el que abre puertas, no el que las cierra; como el que guía, no el que impone; como el que acompaña, no el que abandona. Los buenos maestros tienen esa luz en sus ojos cuando sus alumnos se emocionan, cuando sus alumnos tienen curiosidad por el mundo en el que viven y describen, explican y predicen. Los verdaderos maestros simplemente nos inspiran.