Si bien Trump no desarrolla una teología de guerra, sí instrumentaliza la fe para legitimar sus acciones. Combina nacionalismo, simbolismo bíblico y un discurso de «orden divino» para justificar políticas bélicas o disuasivas, aunque su enfoque principal sigue siendo el interés estratégico. Un ejemplo de ello se puede observar en su discurso sobre el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel en diciembre de 2017, donde apeló a la fe cristiana y al mesianismo bíblico: «Hoy estamos cumpliendo una promesa hecha no solo a nuestros aliados, sino al pueblo estadounidense y al mundo entero. Jerusalén es la capital eterna del pueblo de Israel, tal como lo dice la Biblia. Durante siglos, los fieles —cristianos, judíos y creyentes— han orado por este momento.» O en este otro discurso: «Dios bendice a las naciones que defienden la verdad. Como presidente, no daré la espalda a los valores judeocristianos en los que se fundó nuestra gran nación. Esto no es solo política; es una misión divina. Debemos luchar contra las fuerzas del mal —el terrorismo, los radicales— que amenazan nuestro modo de vida y nuestro derecho dado por Dios

Por otro lado, Putin emplea un discurso religioso-nacionalista para otorgar un aura de legitimidad divina a sus acciones, fusionando la identidad rusa con la ortodoxia y presentando la guerra como una cruzada contra las fuerzas del mal. Esto refuerza su control ideológico dentro de Rusia. Un ejemplo de ello se encuentra en su discurso de febrero/marzo de 2022: «Nuestra sagrada misión es proteger a los pueblos hermanos de Donbás, que han sufrido persecución y genocidio por parte de las autoridades neonazis de Kiev. Durante siglos, Rusia ha sido el baluarte de la fe ortodoxa, y hoy nuevamente estamos llamados a defender a nuestros compatriotas, no solo en lo político, sino en lo espiritual.» O en este otro fragmento: «Kiev ha caído bajo la influencia de fuerzas que buscan destruir nuestra herencia cristiana común. Las iglesias ortodoxas son atacadas, los creyentes son perseguidos, y se intenta romper los lazos sagrados que unen a los pueblos históricos de la Santa Rusia.»

Un uso aún más directo y explícito del discurso religioso para justificar la guerra se puede observar en los líderes de la guerra Israel-Irán.

Luego en las guerras actuales, la razón religiosa, sigue vigente y varía según las tradiciones espirituales.

A lo largo de la historia, las religiones han justificado, condenado o incluso sacralizado la guerra, fusionando lo divino con lo humano. De esta manera, nos encontramos con conflictos presentados como voluntad divina o como instrumento de lo sagrado, como ocurre en el judaísmo y el islam. En textos fundamentales tanto bíblicos como coránicos, se habla de guerras «ordenadas por Dios». Incluso religiones con enfoques menos violentos, como el hinduismo, contienen pasajes que justifican la guerra como un deber cósmico (dharma).

También los textos sagrados de las religiones, han sido utilizados como justificación para considerar la guerra como un «mal necesario» (ética religiosa). De manera que existen numerosos textos teológicos cristianos, judíos y musulmanes, que desarrollan la teoría de la «guerra justa». Sin embargo, en la práctica, esta justificación suele ser una mezcla de fervor religioso y ambición política.

Una parte significativa de la población mundial ha sido adoctrinada, manipulando los principios teológicos para legitimar el militarismo, el intervencionismo e, incluso, genocidios. En el Nuevo Testamento Jesús fue claro: «El que a hierro mata, a hierro muere» (Mateo 26:52) y «ama a tus enemigos«. En el Corán, la Sura 5:32 establece: «Quien matara a una persona sin que esta hubiera matado a otra o corrompido en la tierra, sería como si hubiera matado a toda la humanidad«. Sin embargo, también encontramos textos que parecen justificar la guerra. Por ello, ni los Evangelios, ni la Biblia, ni el Corán, prohíben la guerra de manera absoluta, sino que la regulan. Este es parte del problema y un elemento fundamental para que algunos la vean con tolerancia, como un «castigo divino, consecuencia del pecado o desequilibrio«. Un ejemplo de esto es el Apocalipsis cristiano, que describe una batalla final entre el bien y el mal.

En conclusión, las religiones continúan siendo usadas tanto para legitimar guerras (como herramienta de poder, política y saqueo) como para condenarlas (como un fracaso moral). La clave está en la interpretación humana de los textos sagrados, no en una «esencia» divina de la violencia. Según teólogos modernos, la violencia religiosa es una corrupción humana: se usa lo divino para legitimar la violencia, se niega la dignidad humana y sagrada del otro, y se prioriza el poder sobre la compasión. El ser humano aún no ha interiorizado plenamente esta tensión entre lo divino y lo humano, lo espiritual y lo terrenal.

Alfonso Mata

alfmata@hotmail.com

Médico y cirujano, con estudios de maestría en salud publica en Harvard University y de Nutrición y metabolismo en Instituto Nacional de la Nutrición “Salvador Zubirán” México. Docente en universidad: Mesoamericana, Rafael Landívar y profesor invitado en México y Costa Rica. Asesoría en Salud y Nutrición en: Guatemala, México, El Salvador, Nicaragua, Honduras, Costa Rica. Investigador asociado en INCAP, Instituto Nacional de la Nutrición Salvador Zubiran y CONRED. Autor de varios artículos y publicaciones relacionadas con el tema de salud y nutrición.

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