Alfonso Mata

Cada cuatro años hay un hecho que enoja y es el papel de víctimas que asumen las nuevas autoridades y lo que más enoja es que revisten su gobernanza de esa idea. No sé si lo hacen consciente o inconscientemente, dando a entender, que toda la culpa es de los demás y por lo tanto se libran de cualquier responsabilidad, una actitud no solo injusta, sino acaso dictada por el miedo y la inseguridad y no se puede esconder que también por el oportunismo.

Ahora que la bienvenida ha terminado, los discursos y comentarios, la realidad es que mientras se exalta al pueblo, se hunden a las pasadas autoridades, las actuales solo generan confusión en que intervienen juicios, ignorancia y egoísmos y frecuentemente la mala fe. Uno esperaría en los primeros meses de un nuevo gobierno, oír de sus autoridades en qué y cómo y el con qué se va a reconstruir la estructura material y moral de un país sumido en una desastrosa situación, producto no solo de un enfrentamiento fratricida tan largo, pero también de los desequilibrios y las brechas sociales que imperan y en donde muchos elementos de la sociedad aún se muestran incapaces de juzgar y tratan al compatriota, de manera antisocial.
Buscar soluciones para que arreen otros después, no es el camino, eso es perverso, ya que al final los que ganan son los que más tienen. No se trata de poner en juego la solvencia y dignidad de un pueblo, de endeudarnos, eso es hasta inmoral hacerlo, pues se cierran futuros espacios a hijos y nietos. Se trata de arrear con lo que se tiene, pues bonos, préstamos, hechos gobierno tras gobierno, no han mostrado ser la solución, cuando la corrupción y el latrocinio está en todas, óigase bien, todas las dependencias del gobierno, que han provocado una distorsión de la realidad no solo económica y financiera, sino social.

Para un líder, no sentirse comprometido y responsable con lo que recibe, es demostrar que no lo es. No cumplir con el compromiso de conducir que en nuestro caso es perseguir, detener el latrocinio y proteger lo poco que queda para construir, es dejar espacio al pícaro.
Lo que se vislumbra es una forma de hacer política con iguales procesos y principios, eso a pesar de que el caos y la crisis nacional, favorecen por igual la corrupción y la trasparencia, la depredación o la honestidad y es por eso que la crisis como tal no es mala, ni del todo buena. Un buen estadista, sabe buscar en las crisis, las alternativas el cómo andar y moverse honesta y capazmente con lo que tiene y eso tenemos décadas y décadas de no verlo y es por eso que nuestra realidad se vuelve victimizada por gobernantes y gobernados.
Guatemala tiene una gran necesidad de contar y escuchar, pero sobre todo de actuar. Apenas terminado el conflicto, la presencia de miles de desplazados y el escenario de distancia social que se observaba, fue dantesco y con la paz, no cayó el telón del sufrimiento: un país victimizado por una contienda que despobló el campo y congestionó las ciudades y no resolvió nada, fue el resultado final.
Los gobiernos que siguieron a la época de la democracia, abrieron al momento nuevas pugnas y surgió la victimización de las autoridades, cosa vista desde el presidente Cerezo hasta el actual. Y en medio de esas dos corrientes de víctimas: un pueblo y un gobierno, no se ve más que un ambiente tenso, albergado y provocado por un sistema lleno de corrupción social y política, inseguridad para accionar, creando una violencia, que irá en escalada, así le pongan un policía a cada ciudadano.
Señores autoridades no partan de llegar victimizados por un supuesto histórico, hagan historia; no se llenen de mentiras y juicios inacabados y estereotipados, para justificar que continúe lo mismo.
Medios de comunicación y asesores, no rodeamos de argumentos victimizadores (conocidos y de dominio público) a las autoridades, más bien demandemos claridad administrativa y organizativa contundente ante la situación y perfilemos caminos adecuados para ello. Dejemos entonces los discursos, el cambio no necesita de una oración fúnebre que nos diga en que estamos mal, eso solo sirve para consolar o apaciguar, necesitamos romper con el sistema y crear algo nuevo.

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