Sandra Xinico Batz

Soy una mujer de aquellas que camina para movilizarse de un lugar a otro (sea en la ciudad o en cualquier parte del mundo), no nací en una ciudad pero llevo la mitad de mi vida viviendo en una de ellas y disfruto caminar, porque eso es lo que una hace en una comunidad, pero tengo que reconocer que siempre camino con miedo y cruzo las calles temiendo, más que a la muerte o a un asalto, temo una violación, he estado cerca y cada vez que recuerdo que eso pudo haber sido posible me estremezco, me retuerzo de dolor.

¿De dónde proviene ese miedo constante? ¿Por qué las mujeres en este país no podemos vivir realmente en paz? Desconocemos la tranquilidad de no ser acosadas en las calles, el peor inmovilizador para una mujer es una agresión sexual y lo peor, es que ocurra diariamente y sea histórico; porque desde la colonización la violación fue utilizada como una herramienta de dominación que dio como resultado el mestizaje (forzado), producto de la violación de miles de mujeres indígenas, aborrecidas por los españoles porque no eran concebidas como humanas, pero a la vez tan deseadas por su belleza, como suele ser actualmente la doble moral enfermiza de esta sociedad guatemalteca que prefiere esconder una violación sexual antes de denunciarla y que sea castigada porque tan sólo la idea de un cuerpo desnudo le escandaliza como desafortunadamente no lo produce la pederastia, incesto, o abusos deshonestos (porque hasta ahora la violación sexual hacia hombres no existe jurídicamente).

Desde entonces nosotras cargamos una herencia de agresión y durante el Conflicto Armado Interno la violación sexual fue de nuevo un mecanismo de imposición del miedo, de supresión de la autoestima y del valor que la mujer milenariamente tuvo en las sociedades mayas antiguas, donde fueron gobernantes y hasta decidían en qué momento casarse y procrear como lo fue el caso de la “Señora 6 cielo o Ix-6 Chan- -ajaw (El Naranjo, Petén)”.

¿Alguna vez ha pensado que su violador permanezca en su comunidad, sí, a su lado; o se ha pensado en lugar de esas más de miles de mujeres que además de haber perdido a sus familias (esposos, hijos, amigos, padres, vecinos) tuvieron que soportar (cual esclavo) esa violencia que demandaban de ellas sexo y servicios domésticos obligados? ¿Qué hubiese hecho usted si su madre, su hermana, su hija hubieran tenido que vivir en estas circunstancias, las que ahora las mujeres q’eqchi’ están denunciando ante los tribunales de justicia, le importarían acaso? Porque no son las únicas ya que desde hace más de 500 años el origen de esas violaciones dieron como resultado una composición social al que llamaron ladino, el cual hasta ahora prefiere ser pobre, antes que indio(a).

Hoy mujeres mayas q’eqchi’ de la comunidad Sepur Zarco con su valentía están marcando un precedente en la historia, una posibilidad de que la violencia sexual y la esclavitud doméstica sean juzgadas como un delito de guerra, de lesa humanidad ¿Y usted, qué piensa al respecto, le importaría más si no fueran “indias” y en su lugar fueran ladinas para considerar que sí debería haber justicia?

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