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Crecer Sano fue un préstamo de 100 millones de dólares que el Banco Mundial otorgó a Guatemala en 2019, luego de una enorme presión social para que fuera aprobado por la VIII legislatura (presidida en ese entonces por Álvaro Arzú Escobar), y que tendría como objetivo principal reducir la desnutrición crónica infantil, principalmente en lo que se conoce como la “ventana de los primeros mil días”, focalizándose en los departamentos de San Marcos, Huehuetenango, Sololá, Quiché, Totonicapán, Alta Verapaz y Chiquimula.

El préstamo de marras fue autorizado por el directorio del Banco Mundial en 2017 y se otorgaría a través de la subsidiaria de dicho banco llamada BIRF (Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento), pero no fue sino hasta 2019, meses antes de que el mismo fuera cancelado por no utilizarse, que el Congreso lo aprobó, lo cual evidenció cuánta desidia existe en el legislativo a la hora de velar por los intereses de los guatemaltecos, principalmente los más necesitados.  Su ejecución a la fecha es de un 55%, y el mismo vencerá el 31 de enero de 2026, es decir, dentro de un poco más de 8 meses.

Tres gobiernos han podido aprovechar estos recursos para combatir la desnutrición crónica infantil y no lo hicieron: un comediante vendido como “ni corrupto ni ladrón”, un “médico” de cartón que prefirió entregarle el país (literalmente) a su conviviente y un sociólogo pachorro que no estaba preparado para ser presidente y no ha hecho prácticamente nada desde que asumió convulsamente el poder.

La desnutrición crónica infantil afecta a uno de cada dos niños guatemaltecos y sus silenciosas pero nefastas consecuencias son de tal magnitud que limitan de forma permanente el crecimiento, la capacidad cognitiva y las habilidades psicomotoras de quienes la padecen.  En otras palabras, son niños que van a tener talla y altura menores al promedio, no van a poder aprender de igual forma que un niño sin dicha afección y tampoco tendrán capacidad de coordinar sus movimientos con la facilidad con que otros niños sí lo podrían hacer.

Aunque el presidente de Guatemala seguramente tiene una abrumadora infinidad de prioridades que atender, creo que estar preparado para combatir la desnutrición crónica infantil desde la raíz debe ser una obligación para todas y cada una de las personas que aspiran a dicho cargo.  En el caso específico del “médico” farsante que llegó a la presidencia, fue patético escuchar en su discurso de toma de posesión que el combate a la desnutrición iba a ser Política de Estado, para dimitir en las primeras de cambio y lanzar, por último, la pantomima de la “gran cruzada nacional por la nutrición” como cortina de humo para tapar la realidad de que no hizo absolutamente nada para combatir la desnutrición crónica infantil en Guatemala.

Al presidente Arévalo le quedan tan sólo 8 meses para hacer algo.  Tan siquiera buscar una prórroga (porque plan para utilizarlos seguro no lo tiene, menos capacidad para gestionarlos) con el Banco Mundial para que no sea otra oportunidad desperdiciada, en detrimento de nuestra niñez.

Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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