Hace cuarenta años sufrimos el peor terremoto en la historia del país, pero no fue ni el primero ni fue el último porque vivimos en un territorio expuesto porque estamos literalmente atravesados por impresionantes fallas geológicas. Desde entonces, la construcción ha sufrido enormes transformaciones y avances tecnológicos que permiten la edificación con criterios antisísmicos que hacen más resistentes a los movimientos telúricos aquellas instalaciones en las que trabajamos, estudiamos o vivimos, pero pese a esa tan especial característica de nuestro país desde el punto de vista de nuestra geología, no hemos llegado a determinar normas que garanticen que los constructores están utilizado los mejores materiales y las mejores técnicas.

En otras palabras, dependemos de la ética y la buena fe de los constructores porque no hay ni requisitos ni mucho menos verificación para determinar que se han cumplido las modernas normas de construcción. En la ciudad de Guatemala existe un Plan de Ordenamiento Territorial que esboza ideas al respecto, pero no existe en el país ninguna legislación o reglamentación que establezca mínimos relacionados con todo lo que la ingeniería ha avanzado en los últimos cuarenta años en materia de diseño para construir obras más resistentes ante los movimientos telúricos.

Ciertamente no se puede asegurar nunca el carácter antisísmico de ninguna edificación porque es imposible predecir un cataclismo que por su fuerza, intensidad y duración pueda generar una gran catástrofe de la que posiblemente no quedarían en pie ni siquiera los edificios mejor construidos. No sería posible construir siempre con la mentalidad de prevenir un cataclismo de esa naturaleza, pero la ingeniería moderna ha establecido parámetros eficientes para la mayoría de los terremotos que se dan alrededor del mundo y que afectan a muchas regiones, no digamos aquellas en las que la tensión telúrica se va acumulando muchas veces por la inmovilidad de las placas tectónicas que no liberan su energía.

Como pasa con muchas cosas, dependemos de la conciencia ética y de la responsabilidad de quienes diseñan y de quienes construyen, mientras que en el resto del mundo se depende del cumplimiento de exigencias verificables que se han establecido en las leyes y reglamentos que tienen que ver con la construcción.

No nos cabe duda que hay una gran cantidad de ingenieros que tienen esa responsabilidad y que en vez de querer incrementar sus ganancias usando menos materiales o materiales de menor calidad, se preocupan por la seguridad de quienes habitarán sus obras. Pero así como con los médicos que se enriquecen cobrando comisiones por procedimientos que se hacen a sus pacientes, habrá también constructores para los que el pisto vale más que la ética y por ello debe legislarse sobre la materia.

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