Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Bernie Sanders ha sido una especie de lobo solitario muchas veces en su vida, y aunque ha votado casi consistentemente con sus colegas demócratas en la Cámara de Representantes y en el Senado de los Estados Unidos, se le ha considerado como un político independiente y, sobre todo, rebelde por su postura tan crítica respecto al modelo político norteamericano en el que se destaca, como en Guatemala, el papel que tienen los financistas de campaña que secuestran a la clase política y los convierten en sus fieles perros guardianes para garantizar la supervivencia de sus grandes privilegios.
Anoche, en New Hampshire, participó en un intercambio con potenciales electores quienes tuvieron oportunidad de formularle algunas preguntas sobre su proyecto político y una de las más importantes se produjo cuando se abordó el tema de la viabilidad de lo que estaba proponiendo, sobre todo tomando en cuenta que muchas de sus iniciativas tendrán que ir al Congreso, como aquí, dominado por legisladores sometidos al poder de los grandes intereses económicos que genéricamente se califican como los intereses de Wall Street.
Sanders explicó que él se postuló porque cree que la política en su país necesita una revolución que cambie por completo el modelo de elección y el papel de los financistas. Se postuló, dijo, porque está convencido de que ello sólo será posible si se logra interesar a la mayoría de la población para que acuda a las urnas y para que tenga una constante participación para exigir a los políticos que pongan primero el interés de la gente y no de las grandes corporaciones. Una revolución así, dijo Sanders, no puede venir de arriba para abajo y él no podría producirla aún ganando la postulación y las elecciones. Las grandes revoluciones vienen de abajo, de la exigente participación de una ciudadanía consciente que decide ponerle fin al manoseo que de los mandatos populares se hace en Washington.
Sanders ha logrado financiar su campaña gracias al aporte de unos tres millones de ciudadanos que han proporcionado en promedio 27 dólares cada uno, lo cual contrasta con lo que, mediante los Súper Comités de Acción Política, fluye hacia las otras campañas en ambos partidos políticos. El Congreso de Estados Unidos logró legislar estableciendo límites para el financiamiento a los partidos, pero mañosamente se crearon esos “Super PACS” que pueden recibir y gastar sin límite, haciendo inútil la legislación aprobada. Y es que la Corte Suprema de Justicia, alineada con los grandes intereses, avaló la práctica como parte del ejercicio de la libertad política, aunque esa podrida forma de financiamiento sea lo que elimine el concepto mismo de la democracia porque los grandes intereses compran al poder mismo.
Oyendo a Sanders explicar cómo funciona la que se cacarea como la mayor democracia del mundo y entendiendo que los vicios sólo se pueden corregir si la ciudadanía y especialmente los jóvenes se deciden a actuar para impulsar los cambios, no pude dejar de ver el panorama de Guatemala, donde padecemos de los mismos vicios con el agregado de que carecemos de la institucionalidad que permite alentar esperanzas cuando se trabaja en un Estado que no es fallido.