“El monstruo” es uno de los mejores cuentos de “También sueños” de David Vela, cuento que tiene un final muy ingenioso, salpicado de desbordada imaginación, relacionando la cosa con el monstruo que son lo mismo. Cierra el escritor este cuento de esta ingeniosa manera:
“Confieso que yo tenía mucho miedo; así han de sentirlo los prófugos, los amenazados: se creen espiados, vistos, atalayados, seguidos, esperados; se saben que los han de agarrar. Yo me hurtaba a lo desconocido, a ese misterio ambulante ¿por qué iba a poner el cuello bajo la espada de Damocles? Pero una noche lo vi, estaba seguro. El monstruo caminaba despacio, sin ruido, casi desvanecido en las sombras, como un tapiz pegado a la pared. Lo reconocí instintivamente, por su atracción y su amenaza. Por la trampa visible –su trampa- lo seguí; no pude evitarlo, lo seguí hasta su cubil, hasta una gruta que quedaba entre las piernas de la mujer”.
“El monstruo” es “La cosa”, casi un leit motiv en la narrativa de David Vela.
“La túnica de Neso” es otro cuento que tiene mucho del sabor y la atmósfera de lo onírico. En realidad el pijama que el personaje central y único se pone accidentalmente, lo viste al irse a dormir y a soñar.
Por estar llenos los hoteles de San Salvador le dan al protagonista un cuarto que es de una huésped habitual y “por mes” del hotel que en ese momento se encuentra (solo por uno o dos días) fuera de la capital salvadoreña. Pero ha de volver más no se sabe cuándo ni a qué horas.
El personaje protagónico ha visto la ropa de la mujer (de la huésped habitual de la habitación) en el clóset, armarios y gavetas. Imagina cómo es ella. Su imaginación ardorosa casi la siente físicamente en el cuarto (que es en ese momento suyo y de ella por cosas del destino) y aspira su perfume natural y el de los frascos finos que hay en el tocador. Se baña, presintiéndola donde ella dejó secándose breves prendas de ropa interior que hablan elogiosamente del cuerpo que cubren…
El personaje protagónico del relato de Vela se va a una fiesta y regresa como a las dos de la madrugada y por ponerse el atuendo de dormir suyo se pone el pijama de la verdadera dueña del cuarto. En sueños y en pesadillas él siente el pijama como la túnica de Neso: abrasante, ardiente, cálida, La ropa lo posee y él posee a la ropa. Acaso este libro de relatos de David Vela sea el antecedente guatemalteco de mi obra (en la misma clave): “Cuentos Psicoeróticos”. Todo ocurre en el clima del sueño y del maravilloso mundo onírico y, cómo no, del sexo.
Este relato no termina lírico como “Hiperexcitación otoñal” sino irónico y casi cáustico, pues cuenta (el personaje de “La túnica de Neso”) que al siguiente día lo trasladaron (por haber retornado la legítima dueña de la habitación donde pasó la primera noche) a una recámara de un señor –para ser compartida- que ronca pedestremente toda la noche.
Mi libro “Cuentos psicoeróticos” (editorial Piedra Santa, 1979) tiene indudablemente la inspiración de “También sueños”. Y ambos navegan en la corriente de la literatura amorosa con base en lo sexual. Tomando como linfa en la que navegan el mundo de Eros –el rojo dios- y por lo mismo lo vital: la procreación y la sexualidad como el bosque donde corren sátiros y ninfas, aunque de cuando en cuando irrumpa un roncador.