Fernando Mollinedo C.
El nombramiento de personas para ejercer los cargos administrativos del Gobierno, DEBERÍA RECAER EN PERSONAS PROBAS, sin embargo, los compromisos políticos adquiridos para el financiamiento de los gastos de la campaña electoral, obligan a los candidatos ganadores a cumplir con lo pactado: nombramientos, otorgar contratos, emitir licencias de todo tipo, permisos, autorizaciones y en fin… todo en detrimento del peculio oficial.
Cada cuatro años es lo mismo; se empieza a navegar con la bandera de la honradez, la decencia, dignidad, decoro y honestidad entre otros “valores” esgrimidos como muletillas de campaña; y… cuando la población conoce el pasado administrativo, legal, social y personal de los nombrados, sale a luz el rosario de tachas que les impide ocupar un cargo donde se maneja la cosa pública buscando el bienestar común.
Entiendo que son muchos los compromisos adquiridos a cambio del dinero fácil; pero, en el afán de conseguirlo, supuestamente para gastos de campaña, la mayoría de candidatos recurren a lo que se conoce como “hasta venderse al diablo”; en la mayoría de casos, de esas cantidades siempre les queda un colchón para uso personal ganen o pierdan la elección. Y ese es el modus vivendi de muchos políticos.
Después de las elecciones, los políticos perdedores inician los trámites para la formación de nuevas organizaciones políticas conocidas como partidos, pues de acuerdo a la idiosincrasia guatemalteca, hay que preparar desde ya a la población para ofrecerle una nueva opción política que esté revestida de los mejores deseos, valores morales, éticos y sobre todo, de mucho valor para “sacar” a la mayoría de la población de la pobreza, de la maltrecha salud y brindarles oportunidades de trabajo. PERO… LA POBLACIÓN NO ENTIENDE que todo esto es una plataforma de ofrecimientos: SÓLO ESO.
Es indudable que la política en su strictu sensu es una actividad noble y loable, pero desata una infinita gama de ansias de riqueza, fuerza, protagonismo, reconocimiento social, lo cual se traduce en la palabra PODER. Al obtenerlo, es innegable que el EGO se les infla y pasan de ser personas comunes y corrientes a ser “intocables, prepotentes, abusivos, malcriados, pagados de sí mismos, patanes, rufianes y ladrones supuestamente “autorizados” por sus líderes políticos para saquear las arcas del Estado.
Y para muestra un botón: el Organismo Legislativo; siempre ha sido lo mismo que ahora, y así seguirá siendo por siempre: la representación de lo que verdaderamente somos lo guatemaltecos. Podrán realizarse depuraciones al Congreso como la de 1993 empero… LAS AGUAS SIEMPRE BUSCAN SU NIVEL.
¿A quién o a quiénes se les puede confiar la administración del Estado? Pareciera ser que, con muy raras excepciones, quienes se dedican a la política, hombres y mujeres, buscan el poder como sinónimo de “autorización” para ejecutar desfalcos, desvíos, robos, malversaciones, apropiaciones indebidas, defraudaciones, estafas, fraudes, simulaciones, chantajes, amenazas, coacciones y toda clase de hueveos con sus conductas, lo que representa para ellos un ingreso económico ilegal, inmoral, fraudulento, deshonesto y vil.