Desde que tengo uso de razón, la mayor parte de la población guatemalteca siempre ha vivido hasta hoy, temerosa por una infinidad de razones tales como políticas, económicas, sociales, laborales, religiosas, emocionales y en algunos casos hasta por acontecimientos que sucedieron a miles de kilómetros fuera de su entorno.

La Historia de Guatemala nos refiere que, sin lugar a dudas, la población que sufrió los efectos de la invasión armada de indios mexicanos y soldados españoles desde el año mil quinientos veinticuatro, ha vivido en una constante inquietud, aflicción y congoja del ánimo que no les ha permitido vivir en paz; es decir, sin las alteraciones que les producen los actos que atentan contra su libertad y sobre todo por las leyes impuestas por el sector privilegiado económicamente.

Tal circunstancia se volvió, por decirlo así, de uso común, ya que el proceso de mestizaje aumentó de forma exponencial a la población desposeída de bienes y cultura, por lo que, los poderosos dueños del país siguen generación tras generación imponiendo sus intereses a costa de la salud y vida de la mayoría.

En la época de la mal llamada conquista, en la época independiente y en la época moderna, la vida ha seguido igual, con otros personajes y con otra población; ambos sectores heredaron la riqueza mal habida y la pobreza por habérseles arrebatado sus tierras, costumbres, respeto, dignidad y creencias religiosas para imponer sistemas de vida completamente ajenos a sus tradiciones, cultura y forma de existencia.

Al hacer un análisis de nuestra sociedad actual, vemos y entendemos que la vida sigue igual que hace cuatrocientos noventa y tantos años; el gran capital imponiendo a los políticos que han dirigido el destino de millones privándoles de sus derechos elementales para engrosar sus capitales con las inmensas ganancias producidas a costa del trabajo pagado con tacañería.

La banca, industria, comercio, sector agrícola, transportistas, exportadores y otras actividades lucrativas podrían considerar el tener menos avaricia pues con sus actos de regatear anualmente el salario máximo –porque no es el mínimo– han demostrado desde hace muchísimos años su condición innata de egoísmo.  De nada sirve en Guatemala tener la oportunidad de utilizar aparatos tecnológicos de última generación como los teléfonos inteligentes o la inteligencia artificial si aún permanece en el capital y la impartición de justicia el pensamiento retrógrado de hace trescientos años.

La explotación laboral sigue vigente, el salario de los campesinos no es pagado de acuerdo a lo estipulado en los acuerdos laborales, el irrespeto a la ley por parte de las empresas petroleras que no pagan las regalías que están en deberle al Estado, y, en términos generales, la impartición privilegiada de la justicia a favor del poderoso Don Dinero es lo que no permite a la población a vivir en paz.

Los últimos seis gobiernos no cumplieron con sus obligaciones y un ejemplo de ello es el estado en que aún se encuentra el corredor seco cuya población todavía cifra su esperanza en este gobierno para mejorar su calidad de vida. Oj Alá pudiera cambiar la situación para poder vivir con un poco de tranquilidad.

Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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