Hace muchos años, en el siglo XII, en lo que entonces era un pequeño poblado de Inglaterra llamado Woolpit, ocurrió un evento que no es producto de la ciencia ficción, como quizá cabría suponer. Por el contrario, aún en nuestros días continúa siendo un misterio que no ha dejado indiferentes a historiadores y estudiosos de los fenómenos que inciden en el acontecer cotidiano de los conglomerados sociales.
Cierto día, los pobladores del lugar descubrieron a dos niños ―un niño y una niña―, que acababan de emerger de una cueva cercana que, por lo que se infiere, había sido poco explorada y quizá de poco interés hasta entonces. Los niños, de piel verdosa, ropa extraña, que no hablaban el idioma ni comían la comida local, dieron lugar a que pronto empezaran las elucubraciones acerca de su origen.
Incluso en la actualidad, la singular anécdota ha dado pábulo a chistes y teorías en el marco de un variopinto abanico de posibilidades. Desde las conspiranóicas hasta las más serias mediante las cuales se ha intentado escudriñar en la historia para entender el fenómeno y descubrir, si acaso es posible, la verdad de aquel suceso que hoy nadie puede asegurar que haya sido verídica o quizá inventada.
Poco tiempo después del hallazgo el niño falleció. La niña logró sobrevivir, y poco a poco aprendió el idioma y costumbres, incorporándose a la comunidad hasta que, con el paso de los años, la extraña forma de su llegada se confundió con el folclore y con la riqueza oral que pervive en todo pueblo que logra trascender a través de la historia humana. El misterio de su aparecimiento, no obstante, nunca se resolvió.
La perplejidad de entonces y de ahora en torno a lo inexplicable del caso, dio paso a preguntas tan disimiles como interesantes: ¿eran viajeros del tiempo?; ¿eran seres de otro mundo?; ¿eran seres que venían de algún lugar subterráneo desconocido?; ¿eran niños de algún país lejano que padecían alguna extraña enfermedad y ello les producía el color verdoso en la piel?… En fin.
La respuesta quizá nunca se obtenga. Suele decirse que por lo regular la ficción supera a la realidad, pero a veces, quizá también puede ocurrir a la inversa. La realidad es un asunto que puede tener aristas desconocidas, que trascienden el tiempo y el espacio, que van más allá de la comprensión que a lo mejor creemos tener de nuestra propia existencia, quién sabe.