Estamos en Semana Santa.
Jesús, como hombre, murió el Viernes Santo, ya que, tal como aún recuerdo que dice el catecismo católico, “…como Dios no podía padecer, ni morir…”. Al sufrimiento de la muerte se le había sumado el conocimiento de la traición.
Pero, apenas tres días después, la alegría de la resurrección privó. Fue el triunfo de la vida sobre la muerte y del perdón sobre el “pecado”.
Creo que, más allá de nuestra fe religiosa o ausencia de ella, el cristianismo es una utopía, cuya aspiración es un horizonte para la existencia de la Humanidad.
Por eso, pienso que esta Semana Santa es una oportunidad para la reflexión sobre la trascendencia de lo que está sucediendo en el mundo y en nuestra pequeña Guatemala.
Comencemos por reflexionar sobre el mundo.
El imperio gringo en acelerado declive pretende ser rescatado por el ultra conservadurismo. La perversa magia blanca (porque si fuera negra podría ser virtuosa) perdió sus encantos mostrando que su globalización, su insensata afirmación del “fin de la historia”, su deificación del mercado y demonización del Estado eran simples fantasías embaucadoras para acrecentar la riqueza y concentrarla en las grandes corporaciones transnacionales. Y en esa odiosa realidad no hubo diferencia entre republicanos y demócratas (aunque cierta parte del progresismo chapín por ingenuidad u oportunismo haya cohabitado con los segundos por un buen tiempo).
La ahora decrépita Unión Europea fue abandonada por un amante que solo la utilizó y ahora podría abandonarla a su suerte.
Putín transitó de la KGB a las mafias, de las mafias (o tal vez con ella) a la conducción de un Estado que se posicionó con una importancia geopolítica que ya no tenía.
La China -y el Partido Comunista Chino-, es ya un actor económico y político que se perfila como la muy probable próxima potencia hegemónica.
En fin, estamos en una recomposición geopolítica en un mundo donde existe una gran concentración de la riqueza en pocas manos, una desigualdad profunda y un deterioro del planeta ya casi irreversible.
Sigamos con Guatemala.
Mientras eso sucede en el planeta, en nuestra pequeña Guatemala (porque es pequeña, aunque nos digan lo contrario quienes se apertrechan en un ingenuo y/ó falso patriotismo) encontramos la denigrante desnutrición crónica infantil que sufrimos, la pobreza general y extrema que continúa prevaleciendo, la permanencia de la exclusión. Seguimos sin poder hacer las transformaciones estructurales que se requieren. Pero, además, con la institucionalidad aún cooptada por redes político criminales que tuvieron la complicidad de buena parte de las cúpulas empresariales para ello.
En conclusión, creo que la Humanidad está, para decirlo religiosamente, en una situación de “pecado”, de muerte. ¡Está como Jesús de Nazareth en Viernes Santo por la mañana! Mientras tanto Guatemala está como Jesús a medio día, ya muy cerca del Santo Entierro.
Pero, aprovechando la inspiración cristiana, seamos o no creyentes, avancemos hacia la resurrección. Todavía tenemos una oportunidad, cada vez menor, pero aún existente, de construir una correlación de fuerzas que nos permita adelantar. Bernardo Arévalo aún puede jugar un liderazgo en ese esfuerzo.
Y, a nivel mundial, dada nuestra pequeñez, solo nos queda “rezar” (los que puedan, sepan cómo y sean creyentes). En todo caso, un mundo multipolar es la mejor opción.
Buen descanso de Semana Santa y, cuando piensen en sus “pecados”, mejor imaginen como poder resucitar.