Por DAVID CRARY
NUEVA YORK / Agencia AP
«Anticipo un trabajo bien duro», dijo mientras atendía las instrucciones sobre el uso de las sierras. «Creo que me va a resultar bien».
Si su programa de entrenamiento de seis semanas en la ciudad de Nueva York le proporciona un trabajo de tiempo completo, habrá superado las estadísticas. Según los datos federales más recientes, unas 7 millones 100 mil personas en Estados Unidos están empleadas en trabajos de construcción este año y solo el 2,6% son mujeres.
El porcentaje apenas ha variado desde la década de 1970, a pesar de que las mujeres han logrado progresos desde entonces en muchos otros rubros del mercado laboral. Inclusive entre los bomberos, donde históricamente no eran bienvenidas, las mujeres tienen una presencia un poco mayor, del 3,5%.
¿Por qué aquella cifra tan baja en una rama en la que abundan los empleos bien pagos que no requieren un título universitario? Los motivos incluyen la falta de esfuerzos de reclutamiento entre las mujeres y el estereotipo de que la construcción no es para ellas.
Otro factor, según un informe reciente del Centro Nacional del Derecho de la Mujer, es la persistente denigración y hostigamiento sexual de las mujeres en las obras en construcción.
«No es de sorprender que las actividades de la construcción sean llamadas a veces ‘la industria que el tiempo olvidó»’, comentó Fátima Goss Graves, vicepresidenta de educación y empleo del centro. «Es hora de que esta industria entre en la era moderna, que expanda a las mujeres las oportunidades de aprendizaje e instrucción, que contraten a mujeres capacitadas y que no tengan tolerancia alguna con el acoso sexual».
Los esfuerzos por lograr esos objetivos han avanzado más en Nueva York que en muchas partes del país, con promesas de sindicatos, empleadores y funcionarios municipales de aumentar el porcentaje de participación femenina en los trabajos de construcción. Un protagonista es la organización sin fines de lucro Empleo No Tradicional para Mujeres (NEW por sus siglas en inglés), que durante tres décadas ha ofrecido programas como el de Janice Moreno.
La organización tiene acuerdos con varios sindicatos para ofrecer a las mujeres tareas como aprendices en numerosas especialidades, a un salario de unos 17 dólares la hora, además de prestaciones, una vez que completen la instrucción. Después de cuatro o cinco años, pueden adquirir la condición de obrera, con pago horario de 40 dólares o más.
Kathleen Culhane, presidenta interina de NEW, dijo que más de mil graduadas han completado el programa desde 2005 y que las mujeres representan ahora del 12 al 15% de los aprendices con importantes sindicatos de trabajadores y carpinteros en la ciudad.
Gracias al apoyo de fundaciones, empleadores y contratos del gobierno, NEW cubre ahora todos los costos de las mujeres que entran en su programa, incluso de transporte hasta su sede en Manhattan.
En una clase reciente, Moreno y otra decena de estudiantes aprendían técnicas de carpintería de Howie Rotz, de 67 años, quien ha estado enseñando desde que se retiró hace ocho años.
«Las mujeres tienen una buena ética de trabajo», afirmó. «Son muy serias».
Otra instructora, Kathleen Klohe, trabajó como techista y carpintera sindicalizada antes de incorporarse a NEW después del comienzo de la recesión en 2008.
«¿Si me topé con discriminación sexual? Una o dos veces», afirmó. «Algunas pocas veces también tuve la impresión de que no me querían, pero seguí adelante. Sabía lo que estaba haciendo», agregó.
Klohe estimula el interés de sus alumnas en la construcción advirtiéndoles a la vez que requiere «cierta firmeza mental».