Es indiscutible que en la sociedad existe un justificado desprecio por quienes conforman la llamada clase política debido a sus comportamientos de burla constante a los principios democráticos, y porque utilizan el poder fundamentalmente para satisfacer sus muy personales ambiciones sin que exista agenda de nación ni interés por definir el rumbo del país para resolver sus graves problemas de pobreza, marginación y de una economía que se mantiene boyante gracias a la infamia que es la exportación masiva de guatemaltecos que emigran para encontrar en otros lados las oportunidades que aquí les negamos.

Sin embargo, con todo y ese desprecio y mala calificación social que se le da a quienes se dedican a la política, lo que tenemos que tener claro es que si algo no tienen es un pelo de tontos, puesto que hizo falta habilidad y talento para desmontar la democracia construida en 1984 para convertirla en un sistema al servicio no del pueblo, sino de los grandes intereses que mediante la corrupción se asociaron con los políticos para que el poder sirva de manera exclusiva al saqueo nacional.

Es muy corriente escuchar que los políticos son una partida de ignorantes y por cierto que entre ellos hay muchos que lo son, pero existen unos cuantos con extraordinarios talentos que están puestos al servicio del mal, y de esos es de los que tenemos que cuidarnos. Por ello es que pensar que se marginó a los políticos o se les debilitó en el último proceso electoral es un error gravísimo que se ha cometido desde la perspectiva de opinión pública, puesto que los más hábiles han logrado reposicionarse para sacar provecho de la crisis vivida el año pasado y lo están haciendo bien.

Mientras los nuevos en política y la ciudadanía lo desconocen, los políticos tradicionales tienen tomada la medida a todas las instituciones y entienden perfectamente cuáles les son útiles y cómo es que deben aprovecharlas para sacarle raja a su actual situación. Y en el Congreso estamos viendo justamente cómo la habilidad y astucia de los políticos más tradicionales, está sirviendo para explotar la novatez de un gobierno que sigue confiando en los diputados y que no se anima a confrontar al Legislativo porque aún les otorga el beneficio de la duda.

Ese espacio, el que da el beneficio de la duda, será aprovechado para poner la tapa al pomo y evitar que pueda revertirse la tendencia del reposicionamiento de la clase política. La ingenuidad del adversario ha sido siempre la mejor palanca para empoderar al político y ahora lo estamos confirmando.

Artículo anteriorHay comisiones que sí son corrupción
Artículo siguienteHoy es “Miércoles de revuelta”