Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

La Guatemala de hoy, tan polarizada y resquebrajada en muchos frentes, ya no está para que nos quedemos únicamente en discursos y buenas intenciones; el riesgo que esto se quede en nada (que no cambien las reglas y las bases del sistema) después de todo lo que pasó desde abril del 2015 es muy alto y eso sería estar peor que antes porque querrá decir que no pudimos vencer a las mafias ni enfrentar los vicios que solo nos hacen cambiar de nombres cada 4 años.

Cambiar las bases significa que necesitamos reformar la Ley Electoral y de Partidos Políticos y que puedan existir verdaderos vehículos políticos que encarnen ideales más que los anhelos de los financistas para llevar a caciques al poder; para eso se necesita un borrón y cuenta nueva mandando por un tubo los partidos existentes y establecer reglas severas y verificables pero a la vez realizables, para la creación de nuevos partidos.

Además, necesitamos eliminar o transparentar y reducir en gran medida el financiamiento privado de las campañas políticas, así como modificar la manera en la que elegimos a nuestros congresistas, destacando que para estos efectos, las reformas a la ley electoral que están en la Corte de Constitucionalidad (CC), no sirven para nada. Si eso es lo que nos ofrecen como la “gran reforma” nos están dando atol con el dedo.

Y hablando de vender espejos, necesitamos entender que las reformas a la Ley de Contrataciones del Estado no son más que una pantomima de algunos congresistas para hacernos creer que estamos mejor que antes cuando en realidad estamos igual o peor. La matriz de compras del Estado no necesita ajustes, necesita una reingeniería total para dar paso a una centralización de compras dotada de personal técnico, probo y preparado que logre sustituir a las innumerables unidades ejecutoras (de compras) de cada ente del Estado y que terminan siendo infiscalizables.

Cambiar significa que debemos modificar la forma en la que se eligen las autoridades judiciales porque los magistrados del Organismo Judicial, en especial los magistrados de salas de apelaciones, no pueden depender de las componendas del momento como ya nos lo han explicado Baldetti con el “pacto de la cama” en el 2004, un cable de la embajada americana con “las cortes de Sandra” en el 2009 y recientemente Gudy Rivera con el condicionamiento a Claudia Escobar.

Es momento además de privilegiar la Carrera Judicial dotando al Consejo de la misma con facultades severas de fiscalización, sanción y promoción para los jueces y creo además que es momento de revisar el papel de la CC en el país, así como la utilización del recurso de amparo y la Ley de Antejuicio.

Cambiar significa entender que Guatemala necesita de más recursos y debemos emprender una discusión nacional respecto a una reforma fiscal que incluya más ingresos, pero más transparencia y mejor control de gasto (todo de la mano), pero también pasa por entender que de los recursos existentes muchos se están perdiendo en pactos políticos como en las compras del Estado, el Listado Geográfico de Obras (casi Q13 mil millones por año), por la forma en que el Estado contrata a su personal y por los pactos colectivos firmados de manera irresponsable por autoridades de turno, sin que los beneficios estén amarrados a resultados y capacidades de pago.

Estas son algunas de las cosas que a mi juicio, nosotros los ciudadanos debemos exigir si en realidad queremos cambios, aunque algunos rostros de la “vieja” política ahora traten de evitar con puro aspaviento, que los saquen a escobazos mientras siguen con contratos oscuros y queriendo controlarlo todo mediante el manejo del Presupuesto tal y como hicieron Baldizón y Sinibaldi cuando creyeron que luego les tocaba.

Hay muchos más vicios pero no alcanza el espacio, aunque si existe voluntad tales cambios se pueden lograr en el Congreso en menos de seis meses, aunque déjeme decirle que nada cambiará si usted, como Morales confía en el Congreso y no se hace escuchar.

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