En la era de la información que vivimos por el uso de las redes sociales, paradójicamente enfrentamos, como comunicadores, uno de los mayores desafíos de nuestra profesión y es defender la verdad. Por esa razón, es que los periodistas tenemos la responsabilidad de contrarrestar la desinformación.
La proliferación de información falsa y datos erróneos no solo alimenta la confusión entre las personas, sino que también tiene el poder de moldear percepciones y cambiar pensamientos y eso es poner a la gente en contextos fuera de la realidad nacional con fines perversos y faltos de ética.
Recuerdo mi paso por las aulas de la Escuela de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de San Carlos de Guatemala -USAC-, en la década de los 90, cuando empecé a escuchar sobre la manipulación de masas y los efectos nocivos que provoca en las sociedades.
Para entender un poco más el fenómeno que atravesamos y que comprendamos que millones de personas pueden ser influenciadas sin siquiera darse cuenta de que son manipuladas, porque la desinformación es el uso estratégico de herramientas de comunicación para influir, controlar o cambiar opiniones, creencias y comportamientos con fines perversos”.
Los desinformadores usan técnicas psicológicas y tratan de incidir en las emociones de los lectores como el miedo, el temor o el prejuicio. Esto generalmente se hace por medio de las redes sociales, donde los mensajes se amplifican rápidamente. Incluso la Organización Mundial de la Salud ha calificado este fenómeno como una “Infodemia”.
Pero que significa infodemia: “es un término que combina las palabras «información» y «epidemia», donde se propaga información falsa o engañosa. Esto dificulta que las personas encuentren fuentes confiables y tomen decisiones mal informadas, ya que la verdad se convierte en rumores y contenido sensacionalista”. Pero para todo esto existe la cura y es una legislación específica.
Una mentira, repetida muchas veces y que no es desmentida, puede convertirse en una “verdad”. Este fenómeno, amenaza la esencia misma de la democracia, la convivencia y el progreso de una sociedad y por eso mismo debe combatirse, siempre y cuando se respete la Libre Emisión del Pensamiento.
La desinformación suele ser utilizada por diversos actores, dependiendo de sus objetivos, intereses y motivaciones. En muchos casos, líderes, partidos políticos o grupos interesados recurren a la desinformación para manipular a la opinión pública, desacreditar a oponentes o influir en resultados electorales. En pocas palabras persigue la polarización de la sociedad, lo que se conoce como la lucha de derechas e izquierdas.
En este punto también entran otros actores no menos peligrosos, como lo son los criminales cibernéticos, quienes utilizan la desinformación para estafar, defraudar o manipular a personas y sistemas para obtener beneficios económicos y por esa razón es que se debe atacar este fenómeno comunicacional, porque si no se da aquel dicho que dice: en río revuelto ganancia de pescadores.
Entonces cabe la pregunta: ¿Debe ser penado este anómalo proceder por leyes específicas?, definitivamente se debe regular y penalizar la desinformación, pero es un desafío complejo, ya que debe equilibrarse siempre respetando la libertad de expresión y otros derechos fundamentales. Por esa razón es que en muchos gobiernos están considerando sancionar la desinformación, sobre todo cuando atenta contra la seguridad pública, la sedición o incitación al odio, fraude y estafas.
¿Qué se puede hacer desde el marco legal? Lo más recomendable es la creación de una Ley de Ciberdelincuencia, que permita sancionar la desinformación, siempre y cuando no se caiga en la censura; porque es un derecho constitucional. Lo que se necesita es bien claro y lo que se debe imponer son penalizaciones contra quienes propaguen desinformación intencionalmente con fines dañinos o perversos.
Pero también es importante que se fomente la alfabetización mediática: La educación es la mejor arma. Enseñar a las personas cómo identificar fuentes confiables, cuestionar titulares sensacionalistas y verificar información es crucial para proteger a las masas de la manipulación.
Otro aspecto que debe tenerse en cuenta, dado el alcance global del problema, es la cooperación entre países para enfrentar redes de desinformación transnacionales, por lo que las empresas tecnológicas deben asumir responsabilidad, para implementar controles más estrictos, para limitar la difusión de contenido falso y promover la transparencia en los algoritmos, lo cual puede marcar una diferencia significativa.
Aquí es donde se debe hacer una promoción de la transparencia informativa, tanto el gobierno, las organizaciones de la sociedad civil, los empresarios y los medios de comunicación deben comprometerse con prácticas éticas y transparentes. La verdad debe ser accesible para todos. La sociedad debe ser crítica y activa por lo que debe aprender a consumir información de valor, cuestionarla y abrazar la verdad.
La lucha contra la desinformación es una batalla que nos corresponde librar a todos los ciudadanos. No se trata solo de proteger la verdad, sino de preservar los valores y la ética de las personas. No dejemos que las mentiras se apoderen y definan quiénes somos ni hacia dónde vamos.