Roberto Arias

Observamos los movimientos políticos que se nos presentan en la actualidad, particularmente sobre lo que los guatemaltecos ya sabíamos a través de los años: La portentosa corrupción que ha agotado a Guatemala en su sociedad, en su economía y en su política. Tristemente una enorme cantidad de guatemaltecos, hijos(as) de madres guatemaltecas, han perdido la noción de la honradez; de la honorabilidad; de la decencia y la cambiaron por una estúpida voracidad que los lleva únicamente a menoscabar valores en sus círculos familiares y sociales.
Uno de los casos de escándalo mayúsculo (Que vienen muchos más) es el de una profesional de la ingeniería, Sherry Ordóñez, a quien el presidente Jimmy Morales nombró como Ministra de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda. Esta ministra, hace pocos años fue contratista del Estado para esa misma cartera y, según medios de prensa, obtuvo contratos por Q15 millones y en la actualidad tiene problemas de impuestos e inhabilitación en Guatecompras, con embargo precautorio.
El descontento ciudadano es cuasi absoluto, a pesar de que Ordóñez argumenta que “Ser contratista del Estado no es pecado”. La ministra tiene razón, eso no es pecado, pero obviamente si le dieron contratos por Q15 millones ella tuvo que “negociar” esos contratos con ministros anteriores y los chapines sabemos o intuimos cuál era, generalmente, la forma de obtener esos contratos con los ministerios. La todavía ministra sabe perfectamente cómo se mueve la melcocha de los dos lados del mostrador.
El mensaje que envía la ministra a la ciudadanía es absolutamente perjudicial y ese perjuicio se diseminará por todo el ámbito nacional, haciéndole un daño oscuro al incipiente gobierno de Jimmy Morales y Jafeth Cabrera. Pero el menoscabo realmente es en contra de las expectativas de toda la ciudadanía por un gobierno transparente y, en consecuencia, del Estado de Guatemala. El deterioro de las expectativas de la población, con lo delicado del actual psiquismo colectivo, podría devenir en ingobernabilidad y arruinar todo el trabajo positivo que la colectividad inició en abril de 2015.
Las alternativas que hay son únicamente dos: 1) Que la ministra Sherry Ordóñez renuncie voluntariamente al cargo por ética; por dignidad; por decencia; por pudor; por agradecimiento y no dañar a quienes la nombraron; por respeto a los ciudadanos decentes y poner por un lado su abuso de autoridad, porque eso sí es un delito real. 2) Que Jimmy Morales la despida de inmediato para no seguir ensuciando las expectativas del pueblo de Guatemala por el lógico conflicto de intereses que es evidente y, porque existe la desconfianza poblacional sobre la prometida idoneidad, honradez, alto a la corrupción y transparencia del gobierno y los gobernantes.
Adicionalmente, el vicemandatario Jafeth Cabrera dijo disentir sobre lo dicho por la ministra Sherry Ordóñez, lo cual es suficiente para que la ministra se largue del gobierno… por pudor… honestidad o, recato… pues…
¡Al carajo la corrupción y los corruptos!

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