Nuevamente regresa Jose Rubén Zamora a las rejas que lo encarcelan físicamente, pero que no pueden engrilletar su libertad, mientras Kevin Malouf, Miguel Martínez, Alejandro Giammattei, José Luis Benito, Alejandro Sinibaldi, Jimmy Morales y la larga lista de ladrones, asesinos, usurpadores, rateros y demás psicópatas manipuladores compulsivos gozan de la impunidad de un sistema de justicia que se ha vendido al mejor postor. No hay forma de expresar con palabras el dolor que este pseudo sistema de justicia ha producido al ponerse del lado de la impunidad, del descaro, de la batalla maliciosa en la redes sociales al extremo de que la información que debería ser única del ente investigador la manejan netcenteros queriendo producir miedo, pavor, terror y llamar a esto justicia. ¡Qué injusticia!

El sistema de justicia guatemalteco nace, crece, se desarrolla en y desde el Conflicto Armado, desde 1960 a 1985, donde perdieron la vida más de doscientos mil guatemaltecos. Uno quisiera creer que tanta muerte, tanto sufrimiento haya servido de algo, pero parece que no, parece que este sufrimiento social e individual no enseñó mucho, poco o nada. Las entonces redes criminales, lideradas por militares, gobernaban el país a puro balazo, fusiles y frijol decía el esquizofrénico de Ríos Montt que dejó como herencia un sistema basado en el terror, en el miedo, en la pseudoreligión, en el falso verbo, esas fueron las herencias de este genocida que también dejó una hija.

La base filosófica del sistema de justicia guatemalteco cooptado por redes criminales es la filosofía del miedo, de la polarización, de las falsas dicotomías. Han querido construir un mundo social basado en mentiras simples que les permitan gobernar, desde comunista-capitalista, indio-ladino, chairo-facho y muchas más dicotomías falsas, como falsos son sus casos, como mentiras son sus juicios. Para entonces, 1960, la verdad la daba un ejército entrenado para la muerte ante una sociedad desprotegida cuyo único pecado fue hacer una revolución para salir de la pobreza, de los dictadores, de la miseria social en que se vivía. Pero a cada ganancia del pueblo viene un retroceso violento de los poderes fácticos, si, los dueños de la finca que de a poco fueron perdiendo poder con los milicos, militares corruptos que construyeron las redes criminales que ahora nos atrapan, redes que han venido negociando con el poder de turno, hoy los narcos.

La historia nuestra está llena de actos heroicos que intentan recuperar la dignidad y así fue en 1944 pero luego vino la contrarrevolución. Los movimientos sociales parecen seguir esa dinámica del péndulo, van en una dirección y luego regresan en otra dirección, dramática metáfora que no explica el progreso de otras sociedades. Para el 2015 la Comisión Internacional Contra la Impunidad, CICIG, un ente creado por Naciones Unidas para combatir la corrupción y la impunidad, logra desmantelar estructuras criminales profundamente arraigadas en las instituciones guatemaltecas. El mismo presidente Otto Pérez y la vicepresidente Roxana Baldetti dirigían estructuras criminales. El movimiento social, apoyado por los logros de la CICIG, había logrado un enorme triunfo. ¿Quién iba pensar que en ese triunfo estaban las raíces de un movimiento retrógrado, de venganza, de recuperación de las estructuras criminales?

Vino la pseudoelección del presidente Jimmy Morales cuyo único objetivo fue sacar a la CICIG. La élite empresarial guatemalteca ya no aguantaba con la CICIG, tampoco las redes criminales que normalmente habían gobernado Guatemala, ni los ladroncitos de las instituciones públicas ni los rateritos empresarios que necesitaban el fraude para competir con ventaja explotando al Estado. Morales eligió una fiscal general cuyo único objetivo era consolidar la impunidad para que pudieran sacar a la CICIG y ante la apatía del pueblo, los corruptos empezaron a desarrollar el plan de recuperación de sus redes, nada más y nada menos que cooptando al sistema de justicia. A la salida de Morales llega el presidente Giammattei quien nuevamente consolida al fiscal general y en un pacto de muerte logra que le defienda entonces, hoy, mañana y siempre.

Jose Rubén Zamora es víctima de la cooptación del sistema de justicia de parte de los corruptos, pseudoempresarios, narcos, exmilitares, que no nos permiten construir un verdadero Estado de Derecho. Siguiendo el modelo de aceptación de cargos lo han torturado para que acepte que disque lavó dinero, dicen que fueron 300,000 quetzales, de una transferencia que ya demostró en los tribunales que es lícita, pero no. El Ministerio Público se ha ensañado contra Zamora no por la magnitud del supuesto delito de lavado de dinero, que ni cierto es, si no se hubiera ensañado contra Benito por el lavado de 120 millones de quetzales, pero entonces no dijo ni pío el MP, nada de nada, hasta liberó a Benito. No. Lo de Zamora es un capricho de Giammattei y su novio, un terrible acto de venganza por ser periodista, por lo que publicó.

Jose Rubén Zamora es símbolo de dignidad, de lucha y de honestidad. El gobierno de turno, el ejecutivo debería pronunciarse de forma más fuerte sobre esta barbaridad jurídica. El Congreso debería de apoyar con el retiro de la fiscal. Presidente Arévalo utilice el poder que tiene, el poder que le hemos dado para ya detener estos abusos y cambiar de una vez por todas al fiscal general, la ley se lo permite, el Pueblo se lo exige. Ya no puede seguir siendo un espectador más de esta masacre judicial. Es hora de que cambiemos nuestro sistema de justicia para evitar tanta, pero tantísima injusticia. Hagámoslo guatemaltecos y guatemaltecas porque sino es ahora, no será nunca.

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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