Los aranceles son los impuestos a las importaciones, ni más ni menos. En algún tiempo estos aranceles se utilizaban por los países, como Guatemala, para proteger a la denominada Industria Infante, constituía un mecanismo que partía de la premisa que siendo una industria que apenas estaba emergiendo necesitaba crecer para después llegar a competir, con lo cual se imponían aranceles a empresas que podían colocar productos en Guatemala que fueran a dañar el crecimiento de la referida industria infante. Era una especie de ganar tiempo, de otorgarle tiempo a esta industria para crecer, consolidarse y luego competir. Sin embargo, estas medidas contrariamente a lo que buscaban, volvían “inútiles” a las empresas; es decir, ni crecían, ni se consolidaban, ni competían, sino que se “acomodaban” a la protección de los aranceles, con lo cual al final terminaban con un mercado limitado, sin crecimiento de capital, poca tecnología y ni mejor calificación de mano de obra.
En la actualidad, la política de Trump con los aranceles, es que convirtió a este mecanismo puramente económico en un mecanismo de imposición política, más coloquialmente, hace unas semanas escribía de cómo los aranceles se convirtieron en el garrote de la política exterior de este presidente que hoy continúa blandiendo dicho garrote contra países cercanos (México y Canadá), así como contra China y además anunció que en abril, subirá los aranceles a países como Australia, Brasil y a algunos países de Europa.
¿Pero qué pasa con los aranceles?, ¿cómo funcionan?, ¿por qué del gran temor a un incremento en los mismos?, ¿cómo impactan en la economía del país vendedor y el país comprador? Partamos del hecho que los aranceles son los impuestos a la importación de bienes y servicios (estos últimos no son de la cuantía de lo que corresponde a bienes), porque cuando un país vende (exporta) sus productos a un país que compra, pero el país comprador incrementa el impuesto a la importación (el arancel), entonces el precio del producto ingresa al país comprador más caro, con lo cual no le resulta competitivo vender en ese país, puesto que los productores nacionales del producto importando (asumiendo que existen productores de este bien en el país comprador), pueden vender ese producto a un menor precio y con ello afectar al país que vende o exporta.
Ahora, qué pasa cuando en el país comprador, no se cuenta con la producción de dichos bienes, pues entonces el producto que antes se importaba ahora va a escasear, o bien el precio de dicho producto se va a incrementar notablemente, con lo cual sus ventas van a disminuir dramáticamente o bien por el fenómeno de la escasez, se va a producir un incremento de precios de tipo especulativo que puede provocar un brote inflacionario que puede replicarse con otros productos que estén sufriendo de escasez o desabastecimiento.
Entonces, al final, la industria que compra bienes del exterior o las personas que consumen productos que vienen del exterior, no van a tener acceso a los mismos, con lo cual la empresa productora interna no tendrá insumos para producir y puede llevarla, con el tiempo, al cierre de actividades industriales. En el caso del consumidor, pues el mismo no encontrará dicho bien en el mercado y buscará algún producto sustituto que satisfaga sus necesidades, si es que existe.
Entonces acá viene lo que se llama la Represalia en materia de comercio internacional. Esta no es más que la respuesta del país vendedor que, como resultado del incremento del arancel, perdió una porción de su mercado de venta, entonces el país que antes vendía, le incrementa el arancel al país que le impuso un arancel más alto y con ello devuelve el golpe al país que le subió el arancel y se desata una guerra de aranceles, tal como está ocurriendo en la actualidad.
Ahora, el uso del arancel como mecanismo de imposición en materia de relaciones exteriores, es otra cosa, puesto que Trump quiere avasallar con cualquier país. Así ha dicho que quiere incorporar a Canadá como el estado 51 de la unión americana, un golpe bajo y una burla a un país desarrollado como Canadá, ya le cambió el nombre al Golfo de México, pero además impuso aranceles más altos a México también. Hizo dar marcha atrás a Panamá de su acuerdo con China para administrar el canal, quiere comprar Groenlandia a los daneses, e igual quiere seguir afectando a China con aranceles más altos.
La respuesta de las naciones en forma concertada, sin duda, se impone en momentos como los actuales, encontrar acuerdos ya no es una opción, es una imperiosa necesidad.