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Ante la justificada indignación de la ciudadanía guatemalteca, el 28 de febrero pasado se consumó el incremento de sueldo de los diputados, llegando a ganar más de 15 salarios mínimos, incremento de más del 100% con relación a su sueldo anterior.  ¿No le causa enojo, rabia, ira y cólera semejante desfachatez, estimado lector?

Lo peor de todo, ha sido el cinismo con que los diputados han actuado, al ser cuestionados por tan desmesurado incremento. Diputados como Inés Castillo justifican que ellos trabajan “casi” todos los días, por lo que se merece dicho incremento, porque trabaja “tiempo completo” como diputado. Ni qué hablar de los diputados electos por el partido oficial, Semilla, quienes usaron como moneda de cambio dicho incremento para pactar y lograr la aprobación del presupuesto 2025 y que pudieran volver a ser bancada, anteponiendo sus mezquinos intereses a los de quienes votaron por ellos para cambiar el rumbo de Guatemala.  Tampoco se puede dejar de lado la participación del Ejecutivo, quienes también celebraron la aprobación del presupuesto 2025.  El incremento que se recetan los diputados es una consecuencia de lo anterior.

Es de triste recuerdo cuando en campaña el presidente Arévalo aseguró en distintos foros que durante su gobierno iban a reducir salarios de los funcionarios públicos. Él y sus diputados actuaron en contra de lo prometido en campaña, y eso no lo pueden hacer a un lado con ridículas e hipócritas declaraciones.

La cosa no termina allí. Al sueldo de diputados hay que agregar los sueldos de sus “asesores”, pomposo nombre para los allegados de los diputados, quienes reciben una remuneración sin mayor esfuerzo.

Tampoco se puede perder de vista que los diputados, junto con los alcaldes, se benefician del Listado Geográfico de Obras y las onerosas asignaciones presupuestarias para los Codedes, cortesía también de un presidente que en su campaña ofreció transparencia y honradez, con tal de llegar a la presidencia. Ya en el poder, su actuar ha sido diametralmente opuesto a lo que ofreció. Transar con diputados de la misma forma en que lo hizo la “muy conservadora” pareja presidencial anterior, lo dice todo.

Mientras que una persona que gana el mínimo recibe un poco más de 3,900 quetzales mensuales, los diputados recibirán casi 60,000 quetzales al mes, más lo que se embolsan en dietas, gastos de representación, y un muy largo etcétera, cerrando con el broche de oro del Listado Geográfico de Obras, con el que, mediante sus empresas o las de sus allegados, literalmente exprimen el erario con obras sobrevaloradas y de pésima calidad.

Ante semejante indignación, no podemos quedarnos de brazos cruzados. Como ciudadanía, nuestro deber es protestar y mostrar nuestra total indignación y rechazo ante tan descarado y cínico aumento de los diputados.

Emilio Matta

emiliomattasaravia@gmail.com

Esposo y padre. Licenciado en Administración de Empresas de la Universidad Francisco Marroquín, MBA de la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile, Certificado en Métodos de Pronósticos por Florida International University. 24 años de trayectoria profesional en las áreas de Operaciones, Logística y Finanzas en empresas industriales, comerciales y de servicios, empresario y columnista en La Hora.

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