La ministra de medio ambiente, Patricia Orantes, le dio vida al acuerdo sobre clasificación de residuos que se había aprobado en el 2021. Las municipalidades, particularmente la municipalidad de Guatemala, tuvo cuatro años para hacer algo, pero no, no hicieron nada. No hicieron nada porque detrás de la basura hay negocios obscuros, hay manipulación, hay robo y hay intereses difíciles de entender para no mover un dedo y dejar las cosas como están. Aparte de eso, quién sabe los problemas reales entre el alcalde Quiñónez y las mafias de la recolección o los problemas entre las autorizaciones de licencias ambientales y las construcciones en las que está interesada la mafia de la municipalidad capitalina. Aquí hay muchos intereses y como se dice: Aquí hay gato encerrado. Lo cierto es que los recolectores, los camiones y el pseudosistema de recolección ya puso en jaque a la ciudad de Guatemala.
Parecería lógico que la aplicación de este acuerdo sea visto como el inicio de un proceso de cambio cultural para los guatemaltecos. Es un primer paso para tomar conciencia sobre la forma en que como familia, como empresas, como escuela, como universidades tomemos conciencia de la basura que desechamos. Este primer paso debe formar parte de un proceso que debe cerrarse, esto es, la separación de los desechos como el inicio de una nueva relación entre los guatemaltecos y los desechos. Esto significa que habrá un cambio en el sistema de recolección móvil que pasará a los lugares acostumbrados a recolectar en sistemas de transportes también especializados ahora en desechos plásticos, desechos reciclables y desechos orgánicos. Esta primera separación deberá luego obligar a las municipalidades a trabajar en el manejo de sus desechos de formas más diferenciadas, específicas y adecuadas, se espera. Pues claro, podrán diseñarse plantas de tratamiento de desechos más específicas, podrá tenerse un lugar para hacer abono orgánico, una unidad de reciclado y otra unidad de manejo del plástico. Tanto que se puede hacer si hay orden, si hay una previa clasificación.
Desde esta perspectiva se esperaría que los basureros actuales de a poco deberán convertirse en vertederos clasificadores que puedan manejar tres tipos de desechos. Este seria el inicio de una forma diferente de relacionarnos con la basura, para que esta, la basura, pueda convertirse en un desecho manejado. Pero en este país no-país cualquier intento de ordenar algo viene acompañado de una reacción entrópica del desorden social. Muchos hemos iniciado a clasificar. No es sencillo. Ni siquiera para una casa de una familia pequeña porque toca la práctica existente, la norma existente, la cultura existente y eso no es fácil de cambiar. Este sencillo acuerdo de clasificación de basura toca intereses profundos e ilustra la compleja forma en que la cultura, los valores y la basura se entrelazan. Ahora los que clasifican son pro gobierno y los que no clasifican o se oponen generan una narrativa antigobierno. Pero el mundo no son esas falsas dicotomías de las que llenan las redes sociales, de izquierda derecha, de negro blanco, de facho chairo, no, la realidad es de colores y por lo tanto más compleja.
Los efectos de la basura, de los desechos en el ambiente y en las comunidades son enormes, producen enfermedades, contaminan el medio ambiente, contaminan el agua. Este país nuestro está lleno de basureros que no son manejados para nada y simplemente son agujeros que se hacen, algunas veces en medio de ciudades otras a la orilla de bellos bosques, otras veces a orillas de bellos lagos. En otras palabras, la basura la producimos en centros urbanos y la vamos a tirar lo más lejos posible de nuestras residencias, de nuestras colonias, no queremos ver nada de la basura que producimos. Y esa actitud aséptica de simplemente tirar basura no manejada en tiraderos de mala muerte que contaminan todo, las aguas subterráneas con sus lixiviados, la tierra, el aire, el ambiente, todo, esa actitud debe cambiar y debemos todos hacernos responsable de nuestra basura.
Hoy los recolectores de basura en ciudad capital, incluyendo Mixco que cínicamente lleva su basura el vertedero de la zona 3, protestaron ante la aplicación del acuerdo sobre separación obligatoria de desechos. Este paro de los recolectores provocó un caos en la ya desordenada ciudad capital. Por supuesto, hoy todos fueron especialistas en gestión integrada de desechos sólidos, hoy emergieron los netcenter acusando al gobierno de no poder gobernar, emergieron los que le echaron la culpa a la ministra Orantes y unos pocos intentaron entender el problema. Mientras tanto la ministra Orantes trataba de conversar con el origen real del problema: La necedad del alcalde Quiñónez a no afrontar su tarea de hacer un manejo integrado de los desechos del municipio de Guatemala. Pero esta historia no es nueva.
En casi todos los municipios, si no todos, los alcaldes han sido quienes más se oponen a los cambios que mejoren el medio ambiente en sus municipios. Lo mismo sucede con las plantas de tratamiento de agua. No lo quieren hacer. En el caso de la basura en ciudad de Guatemala la discusión fue sobre qué van a hacer los recolectores que viven del basurero y por eso debemos hundir a un municipio, a una ciudad, a una comunidad en basura. ¡Vaya razonamiento! Ya no podemos vivir en basureros que no llegan ni a vertederos. Ya no podemos seguir tirando la basura desordenada por todos lados. Ya no podemos seguir sin plantas de tratamiento de desechos y sin plantas de tratamiento de agua a menos que queramos ahogarnos entre las heces, orina y basura que producimos. Es hora de detener esto y por eso la valiente actitud de la ministra Orantes debe aplaudirse y respetarse. Ahora toca entender que la responsabilidad de nuestros desechos es de todos. Los alcaldes deben abandonar esa actitud retrógrada de querer vivir entre la basura. Es el momento de tomar conciencia de nuestra responsabilidad ambiental. Hagámoslo. Sí no es ahora, no será nunca.