Como lo hemos venido anunciando en esta columna, asistimos a la desintegración del orden internacional creado al final de la Guerra Fría, y averiguaremos a un alto costo cuáles serán las consecuencias en los ámbitos político, de seguridad y defensa mundiales. En las últimas semanas, el presidente Donald Trump ha lanzado una serie de iniciativas políticas, que afectan la precaria estabilidad en Latinoamérica y el Caribe, en Oriente Medio, en el Ártico y, particularmente, en Europa.
El recién investido presidente estadounidense, para impulsar su política antiinmigrante, se enfrentó a sus dos principales socios comerciales: México y Canadá, mediante la amenaza de imponer 25% de aranceles al comercio. Después de negociar una tregua de 30 días, volvió a la carga, anunciando aranceles para el aluminio y el acero. Además, amenazó con ocupar militarmente el Canal de Panamá, y volvió a incluir a Cuba entre los países que promueven el terrorismo, sin tener prueba alguna.
Donald Trump agitó la precaria paz en el Medio Oriente, proponiendo una descabellada solución al conflicto en Gaza, que implica el desplazamiento forzoso de casi dos millones de gazatíes, y la ocupación militar de la Franja. Obviamente desató el rechazo del mundo árabe y de las Naciones Unidas.
En cuanto al Ártico, el republicano propuso una compra hostil de Groenlandia –que no está en venta- lo cual lo enfrentó a Dinamarca y a la OTAN, provocando que varios países, como Francia, ofrecieran movilizar tropas para defender la soberanía de la mayor isla del globo.
Pero la propuesta trumpista que más ha alarmado al Occidente Global, es el inicio de negociaciones con Rusia para resolver la guerra en Ucrania, sin Europa y sin Zelensky.
El 12 de febrero, los presidentes de Rusia y EEUU mantuvieron una conversación telefónica que duró casi una hora y media. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, reveló que los líderes debatieron el intercambio de prisioneros, las soluciones al conflicto en Ucrania y en Oriente Medio, el programa nuclear iraní y las relaciones bilaterales. Los dos mandatarios también acordaron continuar los contactos y concertar una reunión en persona.
El presidente de EEUU calificó de «muy productivo» el diálogo con Putin y, posteriormente, mantuvo una conversación con Volodímir Zelenski, para ponerlo al tanto de lo acordado con el mandatario ruso.
El ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, expresó su expectativa de que la conversación telefónica entre los mandatarios, recuerde a Occidente cómo se debe llevar a cabo un diálogo político. El canciller ruso agregó que los países europeos «descartaron el diálogo y la diplomacia como método de comunicación con el mundo exterior y se pasaron al lenguaje de las amenazas, la presión de las sanciones y la entrega de armamento a Kiev”.
Los gobiernos europeos y sus empresas mediáticas manifestaron preocupación y rechazo al inicio de las negociaciones, privilegiando la presunta soberanía sobre la paz, en un conflicto que ha cobrado cientos de miles de víctimas y ha desestabilizado la economía y la política europea.
Días antes, en la Conferencia de Seguridad de Múnich, el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, en medio de las negociaciones por un cese al fuego en Ucrania entre Donald Trump y Vladímir Putin, buscó marcarle a la OTAN su postura en materia de política exterior, dejando en claro que Europa ya no es una potencia de primer nivel para repartirse el mundo.
En respuesta, el presidente francés, Emmanuel Macrón, convocó de urgencia a una mini cumbre europea en París, para tratar las anunciadas negociaciones de paz en Ucrania, y tratar de salvar a Europa de una situación ruinosa. Celebrada en la tarde del 17 de febrero, la mini cumbre solo contó con la presencia de siete países miembros: Alemania, España, Italia, Polonia, Países Bajos, Dinamarca y el anfitrión, Francia. A ellos se les unió Reino Unido, un país ya extracomunitario. Varios países de la UE (Eslovaquia y Hungría) alzaron su voz de protesta por no haber sido invitados, profundizando las facturas internas.
La reunión contó también con la presencia del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa.
La crisis producida por la derrota militar y económica infringida por Rusia –que porfían en no asumir como tal– genera desconcierto, confusión y pase de facturas entre los antiguos socios atlantistas. La llamada telefónica de Donald Trump a Vladimir Putin no puede ser caracterizada como el resultado de una intermediación pacificadora propuesta por el presidente estadounidense, como intenta ser descrita por los medios de comunicación occidentales. La comunicación entablada fue lisa y llanamente el intercambio entre el líder de un país victorioso y otro derrotado, que hace un esfuerzo propagandístico para disimular su capitulación.
La guerra en Ucrania, que tiende a alargarse, ha provocado la desestabilización económica, energética y militar de la Unión Europea, que ahora se ha agravado con la inflación, el hambre y la recesión, generando crecientes alzamientos populares, y el fortalecimiento electoral de los partidos de extrema derecha. Tal situación es insostenible, y los actores tendrán que aceptar una solución negociada al conflicto, del que ellos son parte y no solución, como lo demuestran los acuerdos tomados.
Los asistentes acordaron seguir incrementando el gasto militar y no cejar en el apoyo a Ucrania mientras dure el conflicto. El primer ministro británico, Keir Starmer, fue más allá y afirmó su disposición a enviar tropas británicas a Ucrania, en tanto que fuerzas europeas de paz. Tal desatino no fue aceptado.
Como las medidas económicas, comerciales, financieras y diplomáticas contra Rusia no han surtido los efectos esperados, y todos los analistas militares serios consideran que Ucrania ya perdió la guerra, varios gobiernos europeos están cuestionando su sumisión a la OTAN, por los altos costos económicos, políticos, militares y sociales que conlleva, incluyendo acciones terroristas como el sabotaje de los gasoductos Nord Stream.
Donald Trump ya anunció que próximamente se reunirá con Vladimir Putin en Arabia Saudita y es previsible que las negociaciones sean abarcadoras, y busquen un nuevo orden mundial, en la perspectiva de lograr una estabilidad estratégica, por lo que seguramente la República Popular China tomará parte. Ya se habla que será una nueva cumbre mundial, como la de Yalta, al finalizar la Segunda Guerra Mundial.
En el anterior contexto, serán estos tres actores quienes definirán el destino de la Vieja Europa, que no supo evolucionar a tiempo, y sumió su soberanía, su economía y sus instituciones al proyecto atlantista de la OTAN, perdiendo la capacidad de decidir por sí misma su destino.