Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

La legislatura que se ha de instalar en menos de una semana empieza a hacer sus primeros tanes con las reuniones para decidir la conformación de la Junta Directiva que deberá ser electa en su primera sesión ordinaria, y es ahora cuando los “representantes del pueblo” empiezan a calentar motores para ir midiendo su capacidad de maniobra y posibilidades de arrinconar con su poder no sólo al gobierno del señor Jimmy Morales, sino al mismo pueblo que reclama, con justa razón, un proceso de reforma que permita romper con el sistema de corrupción institucionalizada y de impunidad que es ahora la norma de nuestra realidad nacional.

El Congreso es la clave de todo porque por el Organismo Legislativo tiene que pasar cualquier iniciativa para realizar cambios importantes tanto en el esquema puramente político, con énfasis en la democracia interna de los partidos y el financiamiento de las campañas, como en los procedimientos administrativos para contener el fenómeno de la corrupción. Pero muchos de los diputados que serán investidos el próximo 14 ya conocen los vericuetos de su propio poder y saben que para conservar sus privilegios y posiciones tienen que blindar el sistema actual, esfuerzo que ya hicieron con mucho éxito en estos últimos meses cuando la presión ciudadana no llegó a ser tan determinante para obligar a la aprobación de reformas contundentes.

Hoy existe incertidumbre respecto a lo que pueda hacer Morales, pero la verdad es que su debilidad en el Congreso lo convertirá en presa de las presiones y chantajes de los diputados, y por ello es que la pieza clave de todo el entramado nacional está en el poder Legislativo más que en el Ejecutivo. Salvo que Morales tenga un aire con remolino y convoque al pueblo para que le respalde en un esfuerzo serio para presionar al Congreso e impedir que lo secuestren como ya ha ocurrido con otros mandatarios que no tienen mayoría parlamentaria, más temprano que tarde lo veremos sometido a los dictados de aplanadoras conformadas por diputados que saben cómo se gestiona desde la curul el control del Presupuesto, de los negocios y de la misma Nación.

Que el sistema requiere de reformas profundas es indudable, pero la cuestión es cómo hacerlas porque tenemos una camisa de fuerza establecida en la Constitución y que coloca al poder Legislativo en el centro toral de las grandes decisiones. Si a ello sumamos la posibilidad de que las fuerzas oscuras mantengan, como ahora, el control de la Corte de Constitucionalidad, la lucha ciudadana será verdaderamente dura y difícil porque los grupos de poder oculto saben dónde está su parapeto y cuáles son las trincheras que deben reforzar para evitar sobresaltos que pongan en peligro sus enormes privilegios.

Por ello es que el llamado que hizo el comisionado Velásquez para que seamos puntillosos en la vigilancia del proceso de integración de la Corte de Constitucionalidad es tan importante como el que hay que hacer para que el Congreso esté sometido a ciertos controles ciudadanos.

Artículo anteriorUn conflicto que no nos abandona
Artículo siguienteUS $ 4 millones