Francisco Sal: el bombero que llevó esperanza en medio de la tragedia

En la madrugada del 10 de febrero, cuando la ciudad aún dormía, Francisco Sal y su equipo recibieron una llamada que cambiaría su vida. No sabían a lo que iban, solo que alguien necesitaba ayuda. Se montaron en la ambulancia junto a sus compañeros, y se dirigieron a la calzada La Paz lo antes posible.

Al llegar, caminaron un kilómetro entre la oscuridad y el frío, cruzando el río de aguas servidas, hasta encontrar el escenario de una de las tragedias más impactantes de los últimos años. Un autobús había caído al vacío, hasta llegar al río Las Vacas, en la zona 6 de la Ciudad de Guatemala, dejando más de 50 fallecidos entre los hierros retorcidos y solo unos pocos tuvieron una nueva oportunidad de vida.

Francisco, oficial de Bomberos Voluntarios de la 4a. compañía, no es un hombre que se considere un héroe. Para él, su labor es simplemente parte de su propósito en la vida, una misión que Dios le encomendó. Pero esa madrugada, su valentía y la de sus compañeros se convirtió en la última esperanza de aquellos atrapados entre los escombros y el agua, quienes pedían auxilio en sus últimos segundos de vida, a unos héroes con casco negro.

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EL LLAMADO DE LA VOCACIÓN

Desde niño, Francisco supo que quería ayudar. Un accidente en su ojo le hizo entender la importancia de quienes dedican su vida a salvar a otros. A los 18 años ingresó a los Bomberos Voluntarios, y desde entonces ha recorrido un camino lleno de desafíos, alegrías y momentos que marcan el alma. «Me he sentido realizado, considero que esta es la misión que Dios me ha dado», aseguró.

LOS ÚLTIMOS SUSPIROS

Entre todas las voces que pedían auxilio aquella madrugada, hubo dos que marcaron a Francisco para siempre. Una mujer, enfermera de profesión, le pidió que cuidara de sus hijas. Otra persona, con la esperanza de salir con vida, le suplicó que lo rescatara. «Él estaba seguro que yo lo iba a sacar, no quería quedarse ahí, quería irse a su casa con su familia».

Francisco hizo todo lo posible, pero al momento de asegurar el cuerpo con un cable para sacarlo, el hombre dio su último suspiro. Se fue en paz, sabiendo que alguien estuvo con él hasta el final.

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TRABAJO EN EQUIPO Y UN LLAMADO A LA CONSCIENCIA

Francisco no estuvo solo. Junto a él trabajaron sus compañeros de la 4a. compañía, más bomberos de otras estaciones, Bomberos Municipales, la Unidad Humanitaria de Rescate (UHR), la Cruz Roja, la PNC y vecinos que, con las pocas fuerzas que tenían, hicieron lo posible por ayudar.

Hoy, Francisco no solo recuerda a las víctimas, sino que también hace un llamado a la responsabilidad. “Los dueños de los buses deben ser más conscientes a la hora de contratar pilotos. A veces le dan trabajo a cualquier persona, sin experiencia, y eso puede costar vidas».

En un país donde las tragedias muchas veces se vuelven cifras frías, la historia de Francisco Sal nos recuerda que detrás de cada número hay una vida, una familia, una historia. Y que, en medio de la oscuridad, siempre hay quienes llevan esperanza.

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