Hemos hecho intentos de liberación, siempre permeados por lo que construimos, esto es, una sociedad esclavista, racista, clasista, machista y ahora politiquera. Por eso hubo una falsa independencia de España (1821), por eso falló el Estado de los Altos (1848), por eso falló para muchos la Revolución Liberal (1871), por eso falló la Revolución Quezalteca (1897). Debimos esperar hasta mediados del Siglo XX para una verdadera revolución, 1944 a 1954, una década que inicia la democracia nuestra y explica la democracia que tenemos. Cierto, intentamos hacer una revolución democrática en 1944, pero no le gustó a los Estados Unidos, quien como hoy, vio micos aparejados, vio comunistas donde simplemente había ciudadanos sacando al país de su larga historia medieval, feudal, para inaugurar un emergente, tibio, temeroso capitalismo.

Entonces el norte nos lo dieron del Norte. El presidente Eisenhower aprobó la invasión a Guatemala y acabó la emergente primavera. Muchos guatemaltecos no aprobaron esto y se fueron a la montaña, empezó la guerrilla y una guerra de treinta años con 200,000 muertos. Esta es una historia que nos marca porque miles, millones de guatemaltecos hemos luchado por esta huidiza democracia nuestra. A la fuerza empezó un período democrático electorero con Vinicio Cerezo, 1986 y con ello también se democratiza la corrupción. Empezó una especie de la política y emergieron con más fuerza los electoreros, los demagogos, los ladrones de cuello blanco, de tal forma que la política fue y es un negocio.

En el mundo, y en Guatemala, se crearon expectativas sobre la democracia, pero de a poco nos hemos desilusionado. Los estudios de percepción en América Latina reflejan un decaimiento de la democracia (Latinobarómetro). La ciudadanía le da más valor a la economía. Como alguien escribió: «De democracia no se come», una frase lapidaria. Ciertamente sin democracia no habrá una economía más justa, ni habrá una reducción de la pobreza. Pero como esos resultados no se observan la población es presa de los cantos de sirena de populistas, mentirosos, populistas de derecha o de izquierda con un sin fin de frases sin sentido que son capaces de ofrecer el sol, la luna y las estrellas, pero no, nada de eso es verdad.

En el fondo no somos un país democrático porque no hemos podido disfrutar de una verdadera democracia. No somos Costa Rica ni somos Uruguay, donde la población realmente optó por una vida democrática. Aquí en el Norte, nuestras raíces autoritarias no nos dejan construir la democracia que queremos, ¿Cómo? Quien quiere una democracia con un 60% de pobreza. Quien quiere una democracia con un 50% de desnutrición infantil, si, infantil. Quien quiere una democracia donde una docena de familias es dueña del 90% de la riqueza, estos, que quitan y ponen presidentes. Quien quiere una democracia con un sistema de justicia cooptado por la clase dominante para mantener sus privilegios, donde la fiscal general más parece la jefa de una banda de extorsionistas y su secretario un lava platos que se oculta en las redes sociales para intimidar en traje de una ridícula historieta de mala muerte. ¿Quién quiere una democracia donde el rector de la única universidad pública es el sirviente del Pacto de Corruptos, quien pasa sus días extorsionando como su jefa en lugar de desarrollar la ciencia y tecnología, de las que no sabe ni pío?

La democracia que tenemos ha sido atrapada por el modelo neoliberal del mundo del Norte, en donde el éxito está centrado en el individuo egoísta, ególatra, en el de carácter fuerte que no solamente maltrata a todos y todas, sino que roba a diestra y siniestra, abusa, note el caso de Trump, la imagen más decadente de democracia. Pero aquí en el Sur, aquí, aquí hay ejemplos de democracia, para citar dos: Mojica y su Uruguay, Oscar Arias y su Costa Rica. Así que sí es posible construir democracia en un país que quiera ser democrático. Y en eso estamos.

Tenemos un presidente democrático. Ah no, pero los corruptos lo acusan de todo, de que no puede gobernar, de que no esto, de que no aquello. Pero las huestes de la corrupción están fuertes y firmes defendiendo a diestra y siniestra a los corruptos, a la minoría que se cree dueña de este país. Por eso esta oportunidad es única. No se trata de Semilla, ni siquiera de salvar el partidito político, no. No se trata de la Cosecha, no. Hay poco que cosechar. Se trata de cambiar de rumbo a este país. De eso se trata. Se trata de ganar cada espacio por la democracia, recuperar espacios perdidos. Se trata de aprovechar el gobierno democrático para recuperar la justicia, gota a gota. En cada contienda, como la del Colegio de Abogados y Notarios, CANG, ahora en febrero del 2025. De eso se trata, de que salvemos la democracia débil nuestra. Vamos Guatemala. Hagámoslo. Si no es ahora, no será nunca.

Fernando Cajas

Fernando Cajas, profesor de ingeniería del Centro Universitario de Occidente, tiene una ingeniería de la USAC, una maestría en Matemática e la Universidad de Panamá y un Doctorado en Didáctica de la Ciencia de LA Universidad Estatal de Michigan.

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