Han pasado cuarentaicinco años de la quema de la Embajada de España en Guatemala, sin que todos sus responsables hayan rendido cuentas, pese a esfuerzos nacionales e internacionales por lograr justicia. Algunos de los responsables deambulan por las calles del país, otros se han escondido, como Donaldo Álvarez, entre Miami y México, y otros, como Romeo Lucas, algunos oficiales del ejército, empresarios y Chupina ya han muerto. Sólo el jefe del Comando seis fue condenado a noventa años de cárcel. Si bien el Ejército de Guatemala había cometido masacres después de la intervención estadounidense de 1954 –contra campesinos después de la invasión mercenaria; estudiantes de la USAC para contener las Jornadas de marzo y abril de 1962; campesinos y guerrilleros en oriente; comunidades indígenas en Sansirisay y Panzós; y aldeas indígenas con la presencia del ejército asesino en el Quiché– la masacre de la Embajada de España significó el paso sin retorno a las campañas de genocidio y tierra arrasada. Después de violar el derecho internacional con la invasión y quema de la Embajada, las fuerzas represivas dieron rienda suelta a sus bestiales instintos por todo el país.
Esta masacre simboliza no solamente la brutalidad de los regímenes militares de Guatemala, apoyados por el sector privado y Estados Unidos, sino que, con mayor sentido, la lucha de los diversos sectores de la sociedad guatemalteca contra las dictaduras. El fuego de la Embajada de España fue crisol para la unidad de los sectores religiosos, estudiantiles, campesinos, trabajadores, pobladores, guerrilleros y también de la solidaridad internacional, al perecer en la quema personal del servicio diplomático de España. Esta unidad de la oposición y el hito histórico de que el gobierno rompiera con el derecho internacional hacen de esta tragedia la piedra angular de la Memoria Histórica de Guatemala.
En su discurso del aniversario de la firma de la paz, Bernardo Arévalo enfatizó que la Memoria Histórica del país debe ser conocida y apropiada por cada ciudadana y ciudadano. Parte importante de ella se encuentra en “Guatemala: Memoria del Silencio”, sobre el período del Conflicto Armado Interno 1962-1996; pero también hay que conocer las tragedias políticas del país, y luchas para superarlas, que se iniciaron con la cruel invasión española en 1524 y se han sucedido por más de quinientos años, hasta llegar al Estado semicapturado por mafias criminales y corruptas que tienen hoy el control del sistema judicial, el MP y la CC. Estoy convencido de que todo este año puede y debe ser dedicado a hacer que nuestra juventud, tanto en el sistema secundario como en el sector universitario, entienda, aprenda y dé a conocer la Memoria Histórica de Guatemala. Comencemos este 31 de enero, con testimonios y análisis a todos los niveles, con el propósito de que esta fecha sea declarada “Día de la Memoria Histórica de Guatemala”. Será un mínimo homenaje a las víctimas de la violencia y represión estatal, a cargo del ejército, en el marco de la “Guerra Fría” que nos impusieron el imperio estadounidense y el sector privado racista.