Cuando yo me vine de mi pueblo, Chiquimulilla, para estudiar en la Escuela Normal, tenía doce años y vivo en este pueblón desde 1953. Así que me acostumbré a las curiosidades de la ciudad capital, como el trencito del zoológico la Aurora, el del Hipódromo del Norte, las manadas de cabras repartiendo leche de madrugada, el peladero del Parque Centenario, la venta de esperanzas de don Polo el Rey de la Suerte, el estudio del Canche Serra y la obligada foto de los casamientos, la marimbita de Radio Nuevo Mundo, el carretón del Cantón Barrios repartiendo leche de vaca y tantas cosas que ya no existen, por lo menos en la misma ciudad y con la misma gente. Hoy la ciudad es otra y aunque uno camine por la sexta, ya ni la nostalgia tiene sus motivaciones. La Paquetería, El Cairo, Max Tot, la Juguetería, Francfort, Regalos Liz, Los Pantalones que marchan solos, todo eso ya solo son buenos recuerdos. Y escribo esta prosa porque alguien que constantemente nos traslada al pasado, publicando fotos de la ciudad en el medio siglo XX, hay dos que me traen buenos recueros, porque no es cierto, por buena fortuna, que el tiempo no todo lo borra. En una aparece una camioneta de la ruta 20 del transporte urbano. Eran unas camionetas pintadas de verde y creo que la empresa se llamaba Fenix. El recuerdo de esa ruta es gratificante porque cuando uno no tenía dinero para otra diversión, abordaba la 20 allí por el Obelisco y por cinco centavos, que entonces sí era pisto, le daba vuelta a la capital en un tour de casi dos horas. Esa era una diversión para los internos gafos de la Normal. La otra foto es la del cine Ideal, en el Guarda Viejo, que competía con el cine Abril, que años después fue remodelado por su propietario con adornos victorianos y fue víctima de un incendio. El Cine Abril tenía palcos y las películas que exhibía eran de la época de oro del cine mejicano, que las anunciaban repartiendo unos folletos que contenían la letra de algún corrido que cantara Rosita Quintana, Pedro Infante, Jorge Negrete o Luís Aguilar. La sala del cine Ideal era más modesta que la del cine Abril; y La entrada en los dos costaba diez centavos galería y veinticinco la luneta. De la Escuela Normal nos íbamos los sábados por la tarde, en caravana de a pie, a ver las películas de la tarde, que siempre eran mejicanas. Estos dos cines sí eran populares, más que el llamado Popular de la Avenida Elena, pues su clientela era de trabajadoras domésticas, de choferes, de albañiles de cuchara o de estudiantes pobretones. Recuerdo que la galería del cine Ideal estaba en los lados de la luneta y como uno no estaba de frente como los de luneta, sino con el cuello torcido, al final se salía padeciendo de tortícoles, por estar tanto tiempo con la nuca volteada. Dicen que al cine Ideal le decían “pulchi” o “chipul”, porque estaba cundido de pulgas y chinches; pero, doy fe que las veces que asistí a ese cine del Guarda con mi sobrino Roberto Díaz Lara, nunca me rasqué la piel por chinches o pulgas. Era más fácil que a uno le pegaran otros ácaros púbicos en los inodoros del internado, que existieran esos bichos que dicen que cundían en las bancas de los cines Ideal y Abril, pues asistir al Reforma era para personas de glostora. De los cines a que me refiero, creo que sólo sobrevive el Abril, pero ya con destino diferente.   

René Arturo Villegas Lara

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