“A partir de hoy, la política oficial del gobierno de Estados Unidos será que solo hay dos géneros, masculino y femenino”. Tal es el contenido de una de las órdenes ejecutivas emitidas por Donald Trump al asumir el cargo de Presidente de los Estados Unidos. Esta decisión goza de popularidad en dicho país y en América Latina.

También puso fin a todos los programas de «diversidad, equidad e inclusión» (DEI) dentro del gobierno federal.

Me interesa analizar las decisiones referidas para señalar la habilidad que han tenido las derechas, es decir los reaccionarios, tanto en Estados Unidos como en América Latina, para manipular el pensamiento conservador sobre estos temas, que es el socialmente predominante y, a partir de allí, atacar al “progresismo”.

Las derechas han logrado que al progresismo se le identifique como portador de esas ideas que ahora Trump hace retroceder. Esta manipulación ideológica ha sido exitosa. Desde principios de esta década las derechas han usado el término “woke” para referirse despectivamente a las ideologías “progresistas”. Su objetivo es derrotarlas en las luchas políticas.

Por eso vale la pena reflexionar sobre este giro ideológico que parece haberse dado en las izquierdas, el cual los ha distanciado de las reivindicaciones más sentidas por los sectores populares, quienes solían ser sus bases sociales. Ha llegado a tal punto esta situación que las reivindicaciones de las poblaciones LGTB+ se han vuelto fundamentales en la agenda del progresismo latinoamericano.

Aclaro que no pongo en duda la legitimidad de las luchas de dichos sectores sociales contra la discriminación que sufren. Pero no al punto de debilitar la prioridad que debe tener la lucha contra la desigualdad y la pobreza, así como de irrespetar los valores conservadores, principalmente de orden religioso, que prevalecen en el imaginario colectivo.

Precisemos nuestra postura en el sentido de que no se trata de regresar a las visiones esquemáticas que tuvo la izquierda desde las cuales las contradicciones de clase prevalecían hasta el punto de negar otras identidades, tales como las de ser mujeres, las étnico culturales, etc. Pero hay que rectificar el camino y no permitir que las derechas, los reaccionarios, manipulen el conservadurismo del pueblo.

La agenda del “progresismo” debe ser coherente con la realidad económica, social y cultural prevaleciente. No para subordinarse al pensamiento reaccionario de las derechas, sino para saber interpretar el sentir, las necesidades y los intereses de las mayorías pobres y excluidas.

Si esto no se logra el progresismo desoirá al pueblo y priorizará luchas que no responden a las aspiraciones de las mayorías, distanciándose cada vez más de ellas. 

Para que el progresismo gane la voluntad y el respaldo popular y pueda impulsar proceso de transformación estructural debería tomar cierta y comedida distancia de aquellos actores sociales y políticos que pretenden que se prioricen, hasta el punto de prevalecer, las agendas distanciadas del sentir popular. No hay que permitir que los reaccionarios (que no necesariamente equivalen a los conservadores) manipulen el imaginario popular para hacer que al progresismo se le identifique de esa manera, es decir extraño y hasta contrario a lo que el pueblo siente y aspira.

Adrian Zapata

zapata.guatemala@gmail.com

Profesor Titular de la USAC, retirado, Abogado y Notario, Maestro en Polìticas Pùblicas y Doctor en Ciencias Sociales. Consultor internacional en temas de tierras y desarrollo rural. Ha publicado libros y artículos relacionados con el desarrollo rural y con el proceso de paz. Fue militante revolucionario y miembro de organizaciones de sociedad civil que promueven la concertación nacional. Es actualmente columnista de el diario La Hora.

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