El Instituto Guatemalteco de Seguridad Social se ha convertido en simbólico o emblemático de lo que ocurre en el país en el tema de la corrupción y comprueba la poca capacidad de maniobra que ha mostrado el Organismo Ejecutivo para enfrentar el serio problema que ello representa para el país y para la sociedad. El caso de la contratación de la empresa a la que pagan millones supuestamente por dar efectivo tratamiento a los pacientes con cáncer es tan solo una mancha más al tigre porque el problema básicamente está en la forma en que esa entidad es administrada y por quiénes.
¿Cómo es posible que los altos mandos del IGSS hayan sido impuestos por la influencia del Jefe de Jefes y que el gobierno del presidente Arévalo no pueda tener la misma cintura e influencia para que el Seguro Social tome un nuevo rumbo, distinto al que le quieren dar los colocados por quien fue poder tras el trono durante el gobierno de Giammattei? También debemos preguntarnos por qué el Ministro de Salud no ha investigado a fondo lo que pasó con la licencia sanitaria extendida por el Departamento de Regulación, Acreditación y Control de Establecimientos de Salud y quiénes tuvieron que ver con esa licencia otorgada a velocidad de rayo, lo que evidencia que ni siquiera se tomaron la molestia de hacer una inspección ocular. ¿No procederá que la misma sea revocada?
El problema del Seguro Social no es único, pero evidentemente se convierte en emblemático porque proceden con todo descaro y cinismo para mostrar que aquí, en materia de negocios con dinero público, se puede hacer lo que a los funcionarios les dé la gana. Hay una Junta Directiva y el Ejecutivo únicamente nombra al Presidente del Seguro Social, pero es obvio que mientras algunos supieron cómo mover piezas, ahora no existe esa capacidad y cintura, sobre todo si se trata de acabar con las prácticas que han empobrecido al país y vuelto millonarios a unos cuantos.
Repetimos que el Ministro de Salud debió ya dar una explicación de lo que pasó con esa licencia para que la opinión pública sepa cómo se cocían las habas en tiempos del Jefe de Jefes, pero aparentemente no hay mucha prisa que digamos.
Pareciera que en el gobierno lo que está pasando en el IGSS y el manejo que se hace de esos valiosos recursos que debieran beneficiar al trabajador no es objeto de alarma. Si Martínez pudo poner a sus peones donde le dio la gana, para que le salpicaran entonces y ahora, por qué Arévalo no tiene un aire con remolino para lograr que den un paso al costado y pongan a gente honesta y decente en esas posiciones ejecutivas.
Con el otro Arévalo, Juan José, el IGSS fue símbolo del interés del gobierno por los trabajadores, pero ni siquiera ese antecedente hace que se ocupen de la cuestión.