En más de una ocasión he abordado el tema de la Inteligencia Artificial, desde distintas perspectivas. Y ciertamente, hablar de Inteligencia Artificial o IA, supone interrogantes y dudas en el marco de lo que habrá de venir en el futuro con base en los avances tecnológicos que avanzan a pasos acelerados en nuestros días.
Quizá habrá quienes asuman todo ello como progreso, quizá habrá quienes no. Sea como fuere, lo cierto es que la IA ha venido a cambiar la forma de vida del ser humano sin que siquiera lo percibamos. Hoy la encontramos en todas partes, desde los teléfonos móviles hasta los algoritmos que deciden por nosotros en las redes sociales de Internet.
Los autos de última generación; los televisores en los que disfrutamos las series de moda; las tablets; los dispositivos para escuchar música y hasta las cafeteras y los hornos de microondas ―tan comunes actualmente en muchos hogares―, cuentan con algún artilugio (o gadget, para utilizar un término más sofisticado o de moda quizá), que utiliza algún tipo de Inteligencia Artificial cuyo funcionamiento o propósito verdadero seguramente desconocemos las más de las veces.
Nos hemos acostumbrado a su existencia y lo hemos aceptado sin que siquiera nos percatemos de ello. Y, como todo en la vida, siempre habrá quienes estén a favor y quienes en contra. Ahora bien, existen en esa dinámica de la discusión provocada por algunas reflexiones con respecto a la vida humana en sociedad dada la existencia de la IA en nuestro cotidiano devenir, preguntas que remiten a cuestionar el futuro de la humanidad.
Preguntas como: qué ocurrirá con los trabajos que hoy existen y que pueden realizarse por máquinas que sustituyen a uno o más individuos; qué sucederá cuando los algoritmos diseminados por el ciberespacio nos digan exactamente lo que debemos hacer; qué sucederá cuando, como producto de la identificación facial ya no podamos disponer de nuestra privacidad porque podremos ser ubicados en cualquier sitio en tiempo real. Todo ello ya es posible, de hecho. Está ocurriendo ahora mismo.
Aunque en algunos casos los temores puede que sean infundados o carezcan de importancia, lo cierto es que el cuestionamiento trasciende lo simplista, sobre todo cuando intentamos encontrar respuestas a aquello que eventualmente podría ocurrir como producto de algún error del ser humano.
Aunque pueda parecer exagerado o incluso fantasioso, la pregunta es válida: ¿qué ocurriría, por ejemplo, si con base en un error humano, la IA cobrara una suerte de conciencia que el mismo ser humano no fuera capaz siquiera de intuir?… Los escenarios, ciertamente, pueden ser diversos. Y ello puede conducirnos a nuevos cuestionamientos.