Las universidades en el mundo están atravesando una serie de problemas que pudieran convertirse en crisis. Al menos hay tres tendencias de problemas, la financiera, la epistemológica y la de gobernabilidad que al final podrían poner en tela de juicio la verdadera función universitaria. Se reportan problemas financieros en las universidades norte americanas e inglesas. Los costos vienen aumentando. Recuerde el lector que las cuotas en las universidades norte americanas e inglesas son altas. En Estados Unidos el costo anual de matrícula es aproximadamente de 25,000 dólares, o sea 200,000 quetzales al año. Una carrera de cuatro años significa un pago en matrícula de 100,000 dólares, o sea, más de un millón de quetzales. Esto no incluye otros gastos como alimentos, libros u hospedaje.
En Guatemala también hay una crisis financiera en las universidades. Muchos potenciales estudiantes no ingresan a la educación superior porque simplemente no tienen el dinero para hacerlo. Se dice que la Universidad de San Carlos es gratuita, pero no lo es. Los estudiantes gastan en materiales, libros, equipo, especialmente en carreras como arquitectura y medicina. Las universidades privadas también son caras a pesar de que reciben apoyo de financiamiento público, ninguna paga impuestos y muchas han recibido terrenos e infraestructura estatal. Así que en Guatemala las universidades privadas reciben beneficios públicos importantes. La buena noticia, que viene del presidente Arévalo y no del Consejo Superior Universitario de la Universidad Nacional, es que se generarán becas para educación superior. Aquí la San Carlos tiene un muy limitado programa de becas y préstamos. Pero la crisis financiera se incrementa cuando los estudiantes no tardan el tiempo que dice el currículo para graduarse, tardan mucho más, el doble del tiempo para graduarse y en Derecho el triple. ¡Válgame Dios!
La crisis financiera viene acompañada de otra crisis más profunda y es de naturaleza filosófica. Hasta hace unas décadas las universidades construían pensamiento crítico. Había generación de filosofía y lógica, eran los centros culturales de la reflexión. Las artes y las humanidades se evaporaron como el agua en el desierto. La filosofía, la lógica, las artes, las humanidades se perdieron, no solamente en la Universidad de San Carlos, se perdieron en el mundo. Con la llegada del neoliberalismo, las universidades se convirtieron en centros pragmáticos de formación de empleados, no de personas críticas, no de ciudadanos consecuentes, no de seres humanos culturalmente pertinentes. No. Los cursos de filosofía fueron dando lugar a cursitos de emprendimiento, los muchachos en lugar de revisar las grandes corrientes filosóficas y de identificarse con unas, ya sean materialistas o idealistas, los pusieron a vender churrascos para simular una empresa. ¡Qué ridículo!
La otra componente de la crisis filosófica es la crisis epistemológica, esto es, una crisis de conocimiento, cognitiva, de lo que significa conocer, de lo que es aprender. Las Universidades vienen de una tradición filosófica platónica, donde se ha construido una concepción de conocimiento como si fuese el reflejo del mundo real, conocimiento mental, esto es, una actividad netamente cerebral cuando las concepciones modernas de aprendizaje lo conciben como un fenómeno social, o sea, la capacidad de participar en una comunidad de práctica. Aprendimos inglés cuando somos capaces de hablar en inglés en una comunidad que hable inglés. Aprendimos ingeniería si somos capaces de participar en una comunidad de ingenieros desarrollando las prácticas sociales de la ingeniería: Evaluar, planificar, diseñar, construir, mantener, reparar, entre otras.
La crisis epistemológica que se vive en las universidades hace que las mismas construyan una especie de mundo platónico donde estudian teoría, muchas de ellas pasadas de moda, otras más pertinentes, pero teorías. Esto hace que la práctica no ingrese a la vida universitaria, sino en pocos programas, medicina una de las excepciones. El currículo de las licenciaturas se estructura a través de una cadena curricular que inicia con Ciencias Básicas, luego con Ciencias de la Disciplina y concluye casi en el último año con Prácticas. Son cursos teóricos sin una relación sistémica y profunda con la práctica. Las licenciaturas ofrecidas terminan siendo teóricas y los estudiantes no tienen contacto con la práctica real.
Pero esta crisis epistemológica viene atada a una arrogancia epistemológica también y es la de ver al conocimiento (social), a la práctica y a las técnicas asociadas como de menor estatus. En ese sentido, no emergen en las universidades programas más prácticos, más cortos, más eficientes, más baratos para que los estudiantes tengan capacidades de integración al mercado laboral, para que puedan desarrollar sus propias empresas y para que participen socialmente de forma significativa. Esta arrogancia de las Universidades hacia las escuelas técnicas y los tecnológicos, hace que los estudiantes quieran ingresar solamente a licenciaturas, dejando vacía toda la gama de carreras técnicas que necesita el país para ser competitivo, para desarrollarse, para resolver sus problemas.
Y la tercera crisis es la de gobernabilidad, aquí y en el mundo. Aquí, la Universidad Nacional está siendo manejada por un capo de la educación superior que fue capaz de burlarse de las elecciones de rector. Esto junto a una Universidad que forma parte de las comisiones de postulación de cortes, lo que la hace presa de la ambición política. Esta ingobernabilidad tiene enormes implicaciones en la vida académica, política y cultural de la Universidad Nacional, la de San Carlos, que pierde su reputación entre las patas de usurpadores y ladrones que planean mantenerse en el poder mientras el Pacto de Corruptos los apoye. Por eso, debemos rescatar a la Universidad Pública. Hagámoslo ahora. Si no es ahora, no será nunca.