Félix Loarca Guzmán
Las fiestas de Navidad constituyen sin duda, una de las épocas más bonitas del año, aunque desafortunadamente se ha perdido u olvidado su verdadero espíritu como es conmemorar el nacimiento del Niño Dios en un pesebre de la ciudad de Belén, en un ambiente de pobreza, pero rodeado de mucho amor.
Esta celebración se ha convertido en un período de jolgorio, con desbordado consumismo sin sentido, y dominado abrumadoramente por las bebidas embriagantes con el saldo trágico de pérdida de vidas humanas o personas que quedan lesionadas para toda la vida.
En estos días, muchas personas se endeudan hasta el cuello, creyendo equivocadamente que con dar regalos caros y a veces hasta de muy dudosa utilidad, van a agradar al Supremo Creador, cuando es todo lo contrario.
Estas fiestas se identifican por diferentes tradiciones, entre ellas la de quemar cohetes, que no es otra cosa que quemar el dinero, que tanto cuesta ganar todos los días desde muy temprano hasta el atardecer.
Quemar cohetes no solo es una práctica asfixiante, que vulnera el medio ambiente, sino una tradición rodeada de muchos peligros. Todos los años queda un saldo trágico de personas quemadas, especialmente niños, algunos de ellos incluso han resultado mutilados.
La quema de cohetes es un despilfarro que retrata de cuerpo entero el atraso de diversos sectores de la sociedad, representando una burla para los millones de guatemaltecos que viven en condiciones de pobreza.
En fecha reciente, el Instituto Nacional de Estadística, INE, dio a conocer que la pobreza ha aumentado de manera impresionante en los últimos ocho años, al grado que en una población total estimada en 15 millones 800 mil habitantes, casi el 60 % vive en condiciones muy difíciles.
Son alrededor de 9 millones 300 mil personas quienes casi no tienen que comer y que diariamente afrontan grandes penurias para sobrevivir. Estos guatemaltecos son la expresión contundente del fracaso del capitalismo y de su etapa salvaje, el neoliberalismo, que es un sistema de hambre y explotación.
En lugar de quemar cohetes, las personas que fomentan esa tradición, deberían donar ese dinero para los pobres que no tienen que comer. Esta sería la mejor manera de celebrar la Navidad en un ambiente de verdadero amor a Jesús.