Las etapas de la vida son las fases que atraviesa un ser humano desde su nacimiento hasta su muerte. A lo largo de la vida, las personas cambian de manera gradual y continua, por lo que, aunque se describan en etapas, no todas las personas las experimentan de la misma manera.

Para algunas personas la vida tiene cinco, siete y hasta nueve etapas, en las cuales se desarrolla física, mental y culturalmente el ser humano; uno de los factores que producen los cambios es el contexto material en el que vivimos, como por ejemplo el tipo de familia en el que nacemos, el dinero del que disponemos, el lugar que habitamos y la cultura recibida en los centros educativos; en otras palabras, la forma en que los individuos de una sociedad viven el ciclo de su vida personal depende en gran parte de su sistema social y económico.

Además, otro factor es la manera en la que nuestro propio cuerpo nos hace vivir; en ese sentido, el transcurrir de los años y la edad hacen que experimentemos los actos y hechos de la vida de otra manera.  Lo mismo sucede con la vida social; es decir los acontecimientos que diariamente se suceden por motivos políticos, familiares, religiosos o laborales.

El momento político que vive Guatemala, se asemeja a una etapa de la vida, es decir, que principió una fase de esperanza para la población, esperanza que espera los cambios sociales que durante años han sido negados a la población y en especial a los sectores indígena y campesino por quienes han detentado el poder político y económico desde hace quinientos años.

La vida política del país ha estado regida por los intereses económicos de las élites quienes decidieron a quién, cómo, cuándo, porqué y para qué, les dieron la facultad de dirigir administrativamente a las instituciones del Estado para asegurar sus políticas financieras.

Y como es natural en todos los conglomerados sociales, siempre habrá divergencia de opiniones e intereses, lo cual se ha manifestado en los grupos que se arrogaron la representación de la población pero que estuvieron al servicio de sus amos, señores y patronos para hacer uso indebido del erario nacional, es decir, corrupción en detrimento de las necesidades de la población.

El término corrupción generalmente indica el mal uso por parte de los funcionarios de su autoridad y los derechos que se le confían, así como la autoridad relacionada con este estado oficial, oportunidades, conexiones para beneficio personal, contrario a la ley y los principios morales.

El pacto de corruptos enraizado en todos los niveles de la administración guatemalteca ha perdido ya varios de sus espacios nefastos, y poco a poco se están recuperando con la ayuda de la población los valores culturales que fueron soslayados por la gavilla de anteriores gobernantes y sus equipos de ministros, secretarios, diputados, gobernadores y alcaldes secuaces; eso llevará un poco de tiempo para recobrar la confianza institucional, pero los primeros pasos ya se dieron y ahora no hay más que seguir adelante en dicha tarea.

Los embates de los usurpadores seguirán llegando para desprestigiar con mentiras, acusaciones falsas, la manipulación informática y cualquier medio a su alcance; sin embargo, la población está consciente que se está avanzando en la reivindicación de la administración pública y los derechos de las personas de toda edad.

Fernando Mollinedo

mocajofer@gmail.com

Guatemalteco, Maestro de educación primaria, Profesor de segunda enseñanza, Periodista miembro de la Asociación de Periodistas de Guatemala, realizó estudios de leyes en la Universidad de San Carlos de Guatemala y de Historia en la Universidad Francisco Marroquín; columnista de Diario La Hora durante 26 años, aborda en sus temas aspectos históricos, educativos y de seguridad ciudadana. Su trabajo se distingue por manejar la palabra sencilla y coloquial, dando al lector la oportunidad de comprender de modo sencillo el universo que nos rodea. Analiza los difíciles problemas del país, con un criterio otorgado por su larga trayectoria.

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