Foto Mario Ubico Milagros - Diseño La Hora / Roberto Altán
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Mario Alfredo Ubico Calderón
Universidad de San Carlos de Guatemala

 

El cronista franciscano fray Francisco Vázquez, quien publicó su obra Crónica de la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala en la segunda década del siglo XVIII, da cuenta de dos milagros acaecidos en pueblos del interior del Reino de Guatemala; sin embargo, es pertinente recordar que la jurisdicción de este reino abarcaba las provincias de Chiapas y Soconusco, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica; estas provincias a su vez se dividían en territorios más pequeños llamados corregimientos y alcaldías mayores, los que a su vez tenían dentro de sí muchos pueblos. 

El primer milagro se remonta al siglo XVI, siendo protagonista el religioso franciscano fray Gonzalo Méndez, quien a decir del cronista Vázquez era un modelo de virtudes; fray Gonzalo ejerció su ministerio de 1540 hasta 1582, año en el que falleció.

El cronista Vázquez, documentó el relato del milagro basándose en los escritos del también religioso Fray José de Morera o Moreira, los cuales aluden a otro relato mas antiguo; en síntesis el padre Gonzalo la noche de Navidad recorrió un largo camino para ver a los indígenas a quienes:  “…les dijo primero misa en el pueblo de San Bartolomé, tierra muy agria en la provincia de Zapotitlán y segunda en Atitlán que hay de un pueblo a otro más de diez leguas de camino, las siete de cuesta muy agria y empinada, y de Atitlán se embarcó, y atravesando de Sur a norte la laguna dijo la tercer misa en el pueblo de Tecpanatitlán. Lo cual era imposible que sin el auxilio divino pudiese hacer, y es constante hasta en estos tiempos en las memorias de los indios, transfundidas de padres en hijos, que raro es en la provincia de Zapotitlán, y demás partes donde administró el P. Fr. Gonzalo, que lo ignore, y no fue una sola vez, sino casi a la continua, esta maravilla…”

Lo sucedido en Navidad, cuyo año no precisa el aludido cronista, hace ver que fray Gonzalo cubrió más de 50 km a pie yendo de Mazatenango, luego a Santiago Atitlán, atravesó  el lago de Atitlán para llegar finalmente a Sololá, ofreciendo misa a los vecinos  en cada uno de los pueblos  mencionados, con lo cual concluye fray Francisco Vázquez que dicha travesía no era posible que la efectuara en tan corto tiempo sin ayuda divina. 

El otro relato del mismo cronista Vázquez corresponde a la década de 1680, en el mismo alude a la desaparición de una imagen muy devota advocación de N.S. de Concepción que estaba en un pueblo llamado Santa María de la zona jicaque, en la actual república de Honduras, en efecto, esta efigie de apenas una vara de altura había sido propiedad del religioso fray Juan Alcover y luego pasó al religioso fray Andrés de Maeda; el contexto de la desaparición de esta imagen fue un pleito entre las parcialidades de taguacas y lencas, donde los primeros buscaban la preminencia sobre los segundos, lo cual provocó enconadas reyertas, teniendo como consecuencia la desaparición de la imagen, robada por indígenas insurrectos, presagiándose la segura destrucción de la obra escultórica en manos de los renegados, sin embargo, al poco tiempo, sin que se sepa cómo, la imagen fue hallada de nuevo en su templo sin el más mínimo daño, situación que motivo que las autoridades eclesiásticas efectuaran la averiguación correspondiente sobre dicho acontecimiento,  de tal manera  que el 9 de diciembre de 1689 el juez eclesiástico designado tomó declaraciones a diversos testigos y envió los autos al Señor Obispo de aquella jurisdicción, y finalmente se concluyó que: “…se debía declarar por obra milagrosa la dicha aparición de dicha imagen, que fue a los 25 de Diciembre de 1684, Lunes en la noche, primer día de Pascua de la navidad de Nuestro Señor Jesucristo…”  

Un tercer hecho singular sucedido al parecer en el convento de religiosos de Santo Domingo de la capital Santiago, lo expone el cronista dominico fray Francisco Ximenez en su obra Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, siguiendo en buena parte lo escrito por otro fraile dominico fray Antonio de Molina, describiendo  diversos aspectos de la vida del conventual también dominico Fray Pedro de Santa María, muerto el 29 de marzo de 1620 a los 84 años de edad, del cual destaca que era un devoto incansable del nacimiento de Jesucristo, siendo la época de navidad su predilecta, en todo ese tiempo era motivo de regocijo y emotividad el celebrar tan grande fecha y patentizarla a todos, de tal manera, cuenta el cronista Ximenez que:

“Pagóle N. Señor esta devoción con un singular favor y fue que una noche de navidad estando contemplando en el nacimiento de Cristo, fue arrebatado en espíritu y lo llevó Dios al portal de Belem adonde vido la pobreza con que nació Cristo Sr. Ntro. y viendo á la madre de Dios con su precioso hijo en los brazos, se lo pidió y lo tubo muy gran rato en los suyos comunicándole aquel Sr. singularísimos consuelos; y después de haberlo tenido en sus manos muy gran rato, en que le dio muchísimos abrazos, se lo devolvió á su Madre. Volvió en sí del arrobamiento y quedó tan lleno de consuelo su espíritu que no se hartaba de llorar de gozo. Esto se halló escrito de la mesma letra de Fr. Pedro y decía no haberle sucedido esto una vez sola, sino muchas.”

Los anteriores relatos escritos por los cronistas Vázquez y Ximenez sucedidos en regiones y años diferentes en el Reino de Guatemala hacen ver que hechos como los expuestos  pueden son sencillamente milagros a los ojos de personas devotas poseedoras de mucha fe; los grandes recorridos de fray Gonzalo Méndez en cortísimo tiempo, la aparición de la imagen de la Purísima intacta en su templo y las místicas visiones de fray Pedro de Santa María son, sin duda, hechos inexplicables ocurridos en algunas de las navidades de aquellos lejanos tiempos.

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