Profesor Juan Alberto Sandoval Aldana Universidad de San Carlos de Guatemala
Por su configuración cultural, al adentrarnos en el complejo universo de las tradiciones populares en el antiguo reino de Guatemala, encontramos en ellas las expresiones colectivas y espontáneas que giran en torno a la conmemoración de los acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesús, según los enunciados de la fe cristiana que se fundamentan en las sagradas escrituras, difundidos en el desarrollo de la primitiva evangelización desarrollada por la Orden franciscana en las provincias del reino a partir de la segunda mitad del siglo XVI, quedando profundamente arraigadas en nuestra sociedad centroamericana, perfilada por esta razón como una sociedad sacra.
Este aspecto histórico se fortalece con la fundación de la Orden masculina, de vida apostólica y en derecho pontificio por concesión del Papa Inocencio XI, con el título de Orden de los Hermanos de Belén, instituida en 1653 cuya sede fundacional permanece en la ciudad de Santiago de Guatemala, como un vestigio de su esplendor, que difunde su espiritualidad desde la capital del reino, al norte, hasta el virreinato de La Nueva España, hoy México, las islas del Caribe, las cinco provincias históricas que hoy integran Centroamérica y al sur del continente hasta el virreinato del Rio de la Plata, actualmente Argentina, contando con sedes en Tenerife, islas Canarias y Roma.
En el firmamento de la religión Betlemita, brillan tres astros fulgurantes: Pedro de San José de Betancourth, canario, elevado a los altares, canonizado con el nombre de Santo Hermano Pedro, don Rodrigo Arias Maldonado y Góngora, español salmantino, que fungió como gobernador de Costa Rica en 1659, cofundador y consolidador de la Orden de Belén con el nombre religioso de Fray Rodrigo de La Cruz y María Vicenta Rosal Benítez, guatemalteca, religiosa betlemita quetzalteca que adopta el nombre de Encarnación Rosal, beatificada por la iglesia, reconocida como fundadora y reformadora de la Orden de Belén, rama femenina, en el siglo XIX.
La Beata madre Encarnación Rosal llegó a la ciudad de Cartago en 1877, actual capital espiritual y religiosa de Costa Rica para fundar instituciones educativas y renovar la presencia de los postulados de la Orden de Belén en ese país, inspirados en el misterio de la encarnación del verbo en un portal de Belén de Judá y la adoración de los tres reyes magos. La religiosa guatemalteca encuentra un aliado a su paso por Costa Rica, para la institución de dos colegios betlemitas en las ciudades de Cartago y Heredia, en la persona del presidente Tomás Guardia Gutiérrez, caudillo militar y liberal costarricense, cafetalero de la zona agraria de la ciudad de Alajuela, que en ese año 1877 logra el cargo de presidente constitucional en su tercera etapa como gobernante, desconociendo al golpista Vicente Herrera Zeledón.
Tomás Guardia se había erigido como dictador al disolver la Asamblea que lo elige, siendo reconocido por haber promulgado y puesto en práctica durante su mandato los postulados de la Constitución Liberal costarricense de 1871, arco toral del liberalismo en ese país, que entre sus preceptos garantizaba la libertad de culto. Se había desempeñado, en 1876, como ministro plenipotenciario de Costa Rica en Guatemala, antes de ser designado presidente, residiendo temporalmente en nuestro país en donde logra el reconocimiento político en el partido liberal guatemalteco por su gestión como diplomático y el beneplácito del licenciado Justo Rufino Barrios, presidente de la república, entrando en contacto con la sociedad guatemalteca, reconociendo a los grandes exponentes del arte plástico novoguatemalense.
Tomás Guardia, quien se declara miembro de la logia francmasónica local, mantiene durante buena parte de su gobierno, una actitud moderada que resulta en la convivencia pacífica con la iglesia