Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Ayer, al entrar a un ascensor, nos topamos con cuatro trabajadores uniformados que hablaban español entre sí, y mi esposa preguntó si alguno de ellos era guatemalteco y con una orgullosa sonrisa los cuatro se identificaron como chapines. Trabajan para una empresa que instala pisos en el sur oeste del estado de Florida y tienen algunos años de vivir fuera de Guatemala, enviando el producto de su trabajo a sus familias que quedaron en Huehuetenango, sin saber que es gracias a ese esfuerzo suyo que nuestra economía subsiste y que los niveles de pobreza que ya son escandalosos no son aún mayores.
Nos dirigíamos al mismo nivel y tuve la oportunidad de platicar con su jefe, quien me comentó que valora muchísimo a los trabajadores guatemaltecos porque son extraordinariamente responsables y diligentes. Hacen con enorme esmero su labor y son, además, serviciales y muy solidarios entre sí, me comentó el norteamericano que los tiene empleados.
Y me preocupó mucho su futuro en Estados Unidos porque cada día que pasa se nota más que se extiende el sentimiento de desprecio hacia cierto tipo de inmigrantes. Es increíble ver que un país supuestamente tan desarrollado tenga al frente de sus encuestas políticas a un candidato que no ha tenido más discurso que el de expulsar gente como esos guatemaltecos o de construir muros para impedir que los latinoamericanos y también los musulmanes, puedan entrar a ese país que ha llegado a donde está porque ha sido hospitalario para recibir gente de todo el mundo, al extremo de constituir un verdadero crisol en el que se han fundido no sólo razas, sino también religiones e ideologías.
Cuando Donald Trump saltó a la palestra fue su discurso antiinmigrante el que lo catapultó a las primeras posiciones. No tiene en realidad propuesta sobre otros temas, y ni siquiera los aborda con seriedad, pero en materia de exclusiones es tajante y resulta siendo aplaudido frenéticamente por miles de personas que jamás van a desempeñar esos trabajos que ahora están reservados para los inmigrantes ilegales. El día que Trump llegara a concretar su propuesta de expulsar a los inmigrantes, no sólo la industria de la construcción sufriría un gran colapso, sino la de servicios hoteleros y de comida, el mantenimiento de casas y jardines y la producción agrícola, porque en todas esas actividades económicas los inmigrantes son pieza clave.
Los cuatro guatemaltecos no le ponen atención al discurso del candidato republicano y se sienten bien con las oportunidades que han encontrado. Su única preocupación es poder seguir enviando ayuda a sus familias para que vivan en mejores condiciones y están ajenos a la forma en que el discurso radical de Trump le mantiene al frente de las encuestas a pesar de la crítica de los mismos republicanos que cuestionan esa actitud xenófoba pero que, por lo visto, es del agrado de mucha gente como para hacer de ese político el favorito de una multitud según las encuestas.
Y no puedo dejar de pensar que esos cuatro guatemaltecos no son valorados en Estados Unidos, pero tampoco en nuestra Guatemala que subsiste y no ha caído a mayores niveles de miseria únicamente por su esfuerzo y compromiso.