Roberto Blum

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La amabilidad que se recibe al entrar o salir de Guatemala es un contraste evidente con lo que generalmente sucede en los Estados Unidos.

Sin duda uno de los momentos más estresantes para cualquier viajero internacional ocurre al cruzar fronteras. El trato que se recibe de los funcionarios de migración puede marcar la diferencia entre una experiencia que abre las puertas a un país o una que deja una impresión amarga. En este sentido, la experiencia en el Aeropuerto Internacional La Aurora, en Guatemala, es digna de destacar, especialmente cuando se compara con la que muchos viajeros enfrentan al ingresar a los Estados Unidos.

La bienvenida guatemalteca es un ejemplo de calidez humana digna de imitar. Desde el momento en que un visitante llega a la fila de migración en el aeropuerto La Aurora, es común notar un trato marcado por la amabilidad. Los funcionarios suelen recibir a los pasajeros con una sonrisa y un «bienvenido a Guatemala». Preguntas básicas como el motivo del viaje o la duración de la estadía se formulan con cortesía, y el ambiente general tiende a ser relajado y humano.

Incluso en momentos de alto tráfico, los oficiales parecen conscientes de la importancia de dar una buena primera impresión a los turistas. Esto no solo refleja la hospitalidad que caracteriza a la cultura guatemalteca, sino que también es un indicativo de los esfuerzos del país por promover el turismo y mejorar su imagen internacional.

El contraste con la rigidez estadounidense es evidente. En los Estados Unidos, en cambio, las interacciones con los oficiales de migración suelen ser mucho más tensas. Los aeropuertos, especialmente aquellos con un alto volumen de vuelos internacionales como el JFK en Nueva York, el LAX en Los Ángeles o el MIA en Miami son conocidos por un trato mucho más rígido e impersonal y en ocasiones grosero.

Las preguntas pueden sentirse más como un interrogatorio que como un trámite, y los funcionarios rara vez ofrecen una sonrisa. Las largas filas, combinadas con el temor a posibles demoras o rechazos, contribuyen a crear un ambiente de estrés. Aunque las estrictas políticas de seguridad son comprensibles en el contexto de los Estados Unidos, la falta de cortesía básica puede hacer que incluso viajeros regulares se sientan incómodos.

Sin embargo, ¿Qué nos dice esto sobre la cultura y las prioridades? La diferencia en el trato no solo es una cuestión de estilo, sino que refleja diferencias culturales y políticas. En Guatemala, la hospitalidad es un valor cultural profundo, y esto se manifiesta incluso en el ámbito oficial. Por otro lado, en los Estados Unidos, la seguridad y la eficiencia tienden a primar sobre la calidez en las interacciones.

No obstante, sería injusto ignorar el contexto. La migración es un tema políticamente sensible en los Estados Unidos, donde los funcionarios están entrenados para priorizar la detección de riesgos. En Guatemala, aunque la migración también es monitoreada, el enfoque parece estar más orientado hacia facilitar la experiencia del visitante.

El valor de una buena primera o última impresión a la entrada o salida del país es extraordinario. Es importante reconocer el impacto que un trato amable puede tener. Un turista o visitante que se siente bienvenido es más probable que comparta su experiencia positiva y que regrese. Para Guatemala, un país con un enorme potencial turístico, esta estrategia tiene beneficios tangibles tanto a nivel económico como en la construcción de su imagen como destino acogedor.

Por otro lado, los Estados Unidos, siendo un país con una afluencia masiva de visitantes, podría beneficiarse de incorporar algo de la calidez que caracteriza a la experiencia guatemalteca. La seguridad no tiene que estar reñida con la cortesía.

En conclusión, la experiencia de entrar a Guatemala por el Aeropuerto La Aurora es un recordatorio de que un poco de amabilidad puede marcar una gran diferencia. Mientras que los Estados Unidos podrían aprender a equilibrar su enfoque en seguridad con un trato más humano, Guatemala demuestra que la hospitalidad no solo es un valor cultural, sino también una estrategia de desarrollo nacional. En un mundo donde los viajes internacionales son cada vez más comunes, ser bien recibido nunca pasa de moda.

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