Hace unos días recibí la visita de Flaminio Bonilla Valdizón, uno de mis recordados alumnos en el antañón edificio que por décadas fue el espacio de la libertad y la decencia política de los estudiantes universitarios, pues allí funcionó la Facultad de Derecho de la Universidad de San Carlos y donde hace algunos lustros se graduó de abogado, quien, además de su honesto desempeño profesional, se dedica a escribir como algo que siempre han tenido muchos abogados: Meme Galich, Monteforte, Pepe Hernández Cobos, Rafael Zea Ruano, Muños Meany y tantos otros togados enciclopedistas de los de antes, a los que se suma mi amigo Flaminio con probada vocación democrática y su identidad con la literatura. Yo recuerdo en mis años en la Facultad, que conocí al padre de Flaminio, que ya era el licenciado Flaminio Bonilla Isaac, que tenía un hermano en la Facultad de Economía, que se distinguía por estar en primera fila de los estudiantes democráticos. Si mal no recuerdo, porque de eso ya hace varias décadas, se llamaba Atilio Bonilla Isaac. Pues a Flaminio lo recuerdo muy bien y cuando no da la lista de sus compañeros en la Facultad, retorno a esa época de oro de la Facultad con Rafa Cuevas, Mario López, Mario Aguirre, Vicente Rodríguez, Mundo Vásquez, don Federico Ojeda, Julio César Méndez, Poncho Bauer, Fito Mijangos y tantos maestros ilustres que colocaban a la Facultad en un sitial de honor. Y la agradable visita de Flaminio tiene otra distinción: me vino a regalar su último libro “Manojos de Rosas, Preludio y Conflicto”. Flaminio, además de poeta, es dueño de una notable facultad para crear una prosa seductora y repleta de una cualidad muy especial: su gratitud para sus compañeros y para sus maestros. Esta cualidad de Flaminio, que lo hace sin esconder la mano, es su timbre de orgullo. Su libro está cargado de poesía, de historia, de recuerdos sinceros y de reconocimiento a quienes se sacrificaron en aras de sus ideales. Al terminar de leerlo, es mi obligación invitar a sus lectores del diario La Hora a que traten de obtenerlo y se darán cuenta de lo que representa FLAMINIO BONILLA VALDIZÓN para las letras y para pensar que hay profesionales que salvan la historia de la Carolina.
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