Nietzsche nos parece a veces el maestro de las contradicciones. Sobre todo cuando lo leemos a la ligera y por pereza o superficialidad no nos detenemos a reflexionar largamente entorno a sus disquisiciones que de cuando en cuando (tomadas con liviandad) pueden aparentar ser sólo escarceos o ingeniosas paradojas.
Por ejemplo: ¿cómo puede por un lado convertirse en erecto y canonizador de Dioniso y, por otro, sostener que el filósofo debe ser asceta y buscar la vida alejada de la sensualidad y la sexualidad? Vistas a la ligera las dos proposiciones (ser adorador de Dioniso y ser asceta) parece algo ilógico y descabellado. Pero no es así. Veamos.
Cuando él habla de exaltar a Dioniso no lo dice en el sentido de convertirnos en seguidores del estereotipo de Baco: las borracheras aniquilantes, las orgías derrochadoras de santas energías, los desvelos que acaban con la salud y el entusiasmo. ¡No!
Habla de un admirar a Dioniso como símbolo de la Vida frente a Apolo que representa a la cultura destructora de la naturaleza. Como imagen de la procreación y multiplicación de las especies animales, plantas y árboles. Como padre verde y exuberante que vive y muere y renace con cada primavera. ¡Dioniso! El gran padre del mundo y de la Voluntad y su poderío.
¡Dioniso, el más fuerte de los dioses porque hace engendrar a dioses y a hombres (es decir vida) por los siglos de los siglos!
¡Dioniso, el macho cabrío, el sileno, el sátiro, el fauno (mitad hombre mitad caballo) que posee tanto la inteligencia como el orgasmo para garantizar la vida humana integral y vigorosa!
El Dioniso de la orgía, de las bacantes, las ménades histéricas es sólo una forma mítico simbólica infantil de sentirlo potente, rebalsante de energía y rústicamente danzante y explosivo como el volcán, el magma y los rayos cuando la naturaleza se torna demasiado pródiga y toma el camino de la destrucción total y de suyo imposible de decodificar.
El esteriotipo del Dioniso-Baco (coronado de pámpanos y medio ebrio) no es pues la ruta de Nietzsche o del filósofo. No es siquiera la de la vida matrimonial con hijos. Ya esto puede ser demasiado Dioniso para el pensador. Este sólo canta lo dionisíaco como fuerza vital enraizado en las venas metafísicas de la naturaleza, pero no camina por las rutas esteriotipadas y falsas del orgiástico Baco que amanece prendido a las ubres de las vides y a los pezones de las Bacantes.
¡Imposible!
Nietzsche propone el ascetismo pero así: “Despreocupados, irónicos, violentos (así nos quiere la sabiduría) es una mujer, ama siempre únicamente al guerrero.”
¿Cabría entonces de la posibilidad de hablar (con gran flexibilidad y tolerancia) de un asceta dionisíaco sin que nadie sonriera y pensara que tal cosa no es posible por contradictoria?
Pero es que Nietzsche más que contradicciones hace síntesis: Un asceta dionisíaco sería aquel que rehuyera incluso el matrimonio, pues como dijo Buda cuando su mujer parió el primer hijo: “Me ha nacido un demonio, una cadena ha sido forjada para mí”, pues hasta el matrimonio puede (en el caso del pensador) distraer sus energías y hacer mal uso (o uso poco inteligente) de la libido o del orgasmo o de la voluntad de poder, que es con lo que el filósofo fabrica sus pensamientos sublimados: con la linfa de Dioniso. Porque la misma carga energética sirve para hacer silogismos que hijos y orgasmos,
He ahí la síntesis.