Roberto Blum

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Las acciones y los personajes de la nueva administración estadounidense muestran un patrón claro: desafiar el statu quo, para resolver problemas de larga data en salud, justicia y relaciones internacionales. Sin embargo, la disrupción conlleva riesgos. Por un lado, podría generar avances significativos en áreas donde las políticas tradicionales han fallado. Por otro, el rechazo de ciertos sectores podría dificultar la implementación de estas medidas o incluso provocar retrocesos.

El éxito de este tipo de estrategias dependerá de la capacidad de la administración para construir consensos en un contexto político marcado por la polarización. Lo que está claro es que Estados Unidos ha optado por un camino de cambios audaces y radicales, profundamente disruptivos, cuyo impacto solo podrá evaluarse plenamente con el paso del tiempo.

Como secretario del Departamento de Salud se ha propuesto a RFK, Robert F. Kennedy, heredero de la dinastía política iniciada por su abuelo Joseph y seguida por su tío John, el presidente asesinado en Dallas en 1963, y su padre, Robert Francis, también asesinado en plena campaña presidencial, en junio de 1968. Sin embargo, no es solo el “pedigree” de RFK lo que lo hace disruptivo y controversial, sino su posición “heterodoxa” respecto a diversos aspectos de la salud pública, tales como las vacunas, la fluoración del agua potable, la leche cruda y la conducta predatoria de las grandes corporaciones farmacéuticas.

RFK Jr. ha sido una figura polarizadora en estos debates. Por un lado, muchos lo ven como un defensor apasionado de los derechos individuales y la transparencia corporativa. Por otro, sus detractores lo acusan de promover teorías conspirativas y de basar sus argumentos en evidencia científica insuficiente o mal interpretada.

Su posición sobre estos temas ha cobrado relevancia política, especialmente en el contexto de su candidatura presidencial en 2024, en la que ha intentado posicionarse como un outsider crítico de las élites políticas y corporativas. Sin embargo, su enfoque en temas como las vacunas ha generado preocupación sobre cómo sus políticas podrían impactar la salud pública, al llegar a tener la relevante posición de poder como el designado secretario federal del Departamento de Salud en la administración del presidente Trump.

Otro personaje disruptor es el senador Marco Rubio, propuesto para hacerse cargo del Departamento de Estado, la posición más importante en el gobierno estadounidense después del presidente y el vicepresidente.

Marco Rubio es un disruptor, porque desafía tanto las estructuras tradicionales del Partido Republicano como algunas normas establecidas en la política estadounidense. Su capacidad para abordar temas complejos, como las relaciones con China, la reindustrialización y los derechos de los trabajadores, desde un enfoque conservador lo ha convertido en una figura única en el panorama político. Su mezcla de pragmatismo, conservadurismo y origen latino lo coloca como una figura clave en los debates sobre el futuro de Estados Unidos.

Su actuación en el Departamento de Estado hace prever: 1. Un enfoque duro contra China. Rubio ha sido uno de los senadores más vocales en advertir sobre los desafíos que representa el ascenso de China. Continuaría condenando las violaciones de derechos humanos contra los uigures y la represión en Hong Kong, ampliando posiblemente sanciones a funcionarios chinos.

2. En su política hacia América Latina, dada su ascendencia cubana, Rubio pondría un énfasis significativo en la misma. Mantendría una línea dura contra los regímenes de La Habana, Caracas y Managua, reforzando sanciones económicas y apoyando a movimientos prodemocracia.

3. En cuanto a inmigración y desarrollo Rubio podría promover una estrategia que combine el desarrollo económico con medidas de seguridad fronteriza, tratando de reducir la migración irregular mediante inversiones en Centroamérica. Asimismo, Rubio ha enfatizado consistentemente la importancia de defender los derechos humanos como un pilar de la política exterior estadounidense y continuaría promoviendo el uso de sanciones individuales contra violadores de derechos humanos bajo la Ley Magnitsky.

Rubio ha sido un defensor de las alianzas estratégicas con Israel y otros aliados en la región. Sin embargo, su visión de la política exterior como un vehículo para promover la democracia y los derechos humanos sería un tema central, aunque sus posturas rígidas probablemente generaran tensiones con actores internacionales que buscan enfoques más pragmáticos o conciliadores.

Y Matt Gaetz, nominado para convertirse en el Procurador de Justicia federal es sin duda el personaje más controversial del grupo. Representante por un distrito de la Florida en el Congreso estadounidense, ha sido un férreo partidario de Donald Trump. Este, como recompensa a su lealtad, lo ha designado para el cargo de procurador, cabeza del Departamento de Justicia, a pesar de que está siendo investigado por el Comité de Ética de la Cámara de representantes por graves acusaciones sobre sexo y drogas.

Así, parece claro que la nueva administración estadounidense trata de romper paradigmas en salud, justicia y relaciones internacionales, enfrentando problemas estructurales con personajes controversiales y políticas audaces. Aunque estas acciones prometen soluciones innovadoras, también generan divisiones y riesgos de implementación. Su éxito dependerá de equilibrar el cambio disruptivo con la construcción de consensos en un clima político polarizado.

 

 

 

 

 

 

 

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