Raul Molina Mejía

rmolina20@hotmail.com

Nació el 20/02/43. Decano de Ingeniería y Rector en funciones de USAC. Cofundador de la Representación Unitaria de la Oposición Guatemalteca (RUOG) en 1982. Candidato a alcalde de la capital en 1999. Profesor universitario en Nueva York y la Universidad Alberto Hurtado (Chile). Directivo de la Red por la Paz y el Desarrollo de Guatemala (RPDG).

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Ayer, en conferencia a un grupo de estudiantes universitarios de EE. UU. de visita en Chile, me referí a retos a los derechos humanos en América Latina. Luego de explicar las relaciones entre EE. UU. y la región latinoamericana, desde sus independencias, afirmé: “Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, se formó la Organización de las Naciones Unidas, con el propósito de garantizar la paz y la seguridad internacionales. La mayoría de los países latinoamericanos firmaron la Carta de las Naciones Unidas, como fundadores y, prácticamente, todos ellos aceptaron la Declaración Universal de Derechos Humanos en 1948. Fue solamente entonces que el respeto de los derechos humanos se convirtió en tendencia común para todos los países del mundo… Las Naciones Unidas han contribuido a construir una visión admirable de un mundo que respeta todos los derechos humanos de todos los seres humanos y, a lo largo de setentaiséis años, ha dado forma a una doctrina de derechos humanos que debería llevar a la Humanidad a la paz y la seguridad permanentes. Lamentablemente, en 2023 y 2024 los derechos humanos retrocedieron de manera significativa y se cuestiona ahora la existencia misma de las Naciones Unidas”.

“Las acciones militares de Israel contra los Palestinos en Gaza desde octubre de 2023 constituyen actos de genocidio, que han sido acompañados de todos los posibles crímenes de guerra y de lesa humanidad. Después de más de un año de insaciables odio y violencia, con más de cincuenta mil víctimas, un tercio de las cuales son niños y niñas, la ONU ha sido incapaz de poner coto a la barbarie, porque el único órgano que tiene la capacidad de tomar acciones decisivas, el Consejo de Seguridad, ha sido impedido de hacerlo. Estados Unidos ha ejercido su poder de veto dentro del Consejo de Seguridad, en apoyo al régimen israelí. El futuro mismo de las Naciones Unidas está cuestionado, porque no responde a su mandato de mantener la paz y la seguridad internacionales».

Expliqué también la “guerra judicial”. Apareció después de la Guerra Fría al no poder los sectores de derecha seguir utilizando las violaciones sistemáticas de los derechos humanos para perseguir a sus opositores: “Nuevos gobiernos progresistas comenzaron a ser derrocados por ‘golpes blandos’, como Zelaya en Honduras, Lugo en Paraguay, Lula y Dilma en Brazil y otros. Ahora, como resultado de la ‘guerra judicial’, muchos países retroceden en materia de derechos humanos… En casos extremos, como Guatemala hoy, la “guerra judicial” es la manipulación política del sistema judicial para criminalizar a personas o entidades, perseguirlas, meterlas en prisión o forzarlas al auto exilio… Durante los doce años pasados las entidades principales que tienen que ver con la justicia han sido cooptadas: la Corte de Constitucionalidad, la Corte Suprema de Justicia, otras cortes, y el Ministerio Público, a cargo de la capacidad de fiscalizar del Estado. Aunque Bernardo Arévalo, presidente honesto y decente…tomó posesión el 14 de enero de 2024, la ‘guerra judicial’ continúa…”. Así, destaqué que estamos ante dos flagelos: crímenes de lesa humanidad por Estados parias y la “guerra judicial”.

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