El terrorismo preocupa a los seres humanos alrededor del mundo y los últimos ataques hacen que se adopten medidas para combatir no sólo a los grupos terroristas, sino también para prevenir futuros ataques. Las medidas van desde atacar las bases donde se entrenan y forman los terroristas reclutados alrededor del mundo, hasta propuestas xenofóbicas como la de Donald Trump que pretende “resolver el problema” construyendo otro muro, esta vez no contra los inmigrantes latinoamericanos que cruzan la frontera con México, sino un muro invisible pero impasable en contra de todos los musulmanes contra quienes, también, exige la deportación de los que ya están en Estados Unidos, sin que importe si son ciudadanos norteamericanos.
La preocupación es comprensible, pero hay contrasentidos que no se pueden entender. No es posible que la población de Estados Unidos se entusiasme con la idea racista de Trump y se oponga en forma tan radical a la propuesta del presidente Obama de establecer controles más rigurosos para la venta de armas a cualquier persona en ese país. En Estados Unidos cuesta ya establecer cuándo una brutal balacera es inspirada por el terrorismo y cuándo por el desequilibrio de algún dueño de poderosos arsenales que se van acumulando de la manera más fácil del mundo. Aún por internet se pueden comprar las más sofisticadas armas y fusiles de asalto que, legalmente, llegan a manos de sus compradores sin ningún tipo de verificación o control.
De nada ha servido tanto espionaje a millones y millones de personas alrededor del mundo porque no pueden siquiera establecer el vínculo entre los compradores de armas con los que han abrazado las ideas más radicales del Islam en cuanto a la mal llamada guerra santa contra los infieles de occidente.
Es en realidad pasmosa la capacidad que tienen los políticos alrededor del mundo para actuar sin coherencia. Abundan los contrasentidos que la población se traga porque es más fácil siempre etiquetar a otros que asumir costos como el que implica permitir ese control sobre el mercado de las armas en un país donde cualquiera puede adquirir armas ultra poderosas.
Muchos norteamericanos siguen a Trump en esa idea de aislar al país mediante la edificación de toda clase de muros que tienen cimientos en el racismo a ultranza. Cualquier musulmán es ahora visto como terrorista aunque muchos de ellos hayan sido piezas importantes en el Ejército de Estados Unidos en las guerras de Irak y de Afganistán, pero la demonización que hacen Trump y compañía los convierte en parias porque es más fácil acusarlos a ellos que aceptar la necesidad de regular la venta de armas.