Luis Enrique Pérez

La palabra “diciembre” se originó de la palabra latina “decem”, que significaba “diez”. Diciembre era precisamente el décimo mes del año; pero ahora es el décimo-segundo. ¿Cómo sucedió esa conversión? Quizá la explicación comienza en el año 738 antes de la Era Cristiana, cuando Rómulo, primer rey de Roma, decretó el primer calendario romano. Era un calendario lunar que, probablemente, había evolucionado a partir del calendario lunar griego, que a su vez había evolucionado a partir del calendario lunar babilónico.

El año del primer calendario romano tenía 304 días, y se dividía en 10 meses. La palabra “mes” se originó de la palabra latina “mensis”, que significaba “luna”. Los cuatro primeros meses eran denominados “Martius”, “Aprilis”, “Maius” y “Junius”. Los seis restantes eran denominados “Quintilis” (o mes quinto), “Sextilis” (o mes sexto), “Septem” (o mes séptimo), “Octo” (o mes octavo), “Novem” (o mes noveno), y “Decem” (o mes décimo). El segundo rey de Roma, Numa Pompilius, agregó dos meses, que sumaban 50 días: Januarius (o Enero) y Februarius (o Febrero). En este segundo calendario, el año tenía 354 días. Empero, los antiguos romanos supersticiosamente eludían los números pares, porque creían que eran portadores de maleficios; y entonces se agregó un día. El año tendría 355 días.

Eludir números impares fue el motivo de que, cuando, en Roma, el año se dividió en doce meses, cada uno tuviera un número impar de días, excepto Febrero. Entonces se decretó que Marzo, Mayo, Julio y Octubre, tuvieran, cada uno, 31 días; y que Enero, Abril, Junio, Agosto, Septiembre, Noviembre y Diciembre tuvieran, cada uno, 29 días. Febrero fue excepción porque en ese mes se celebraba un festival purificador, llamado “Februa”, propicio para disipar los temores que infundían los números pares. Posteriormente, Enero, Marzo, Mayo, Julio, Agosto, Octubre y Diciembre tendrían 31 días; y Abril, Junio, Septiembre y Noviembre tendrían 30 días. Febrero tendría 28 días en un año no bisiesto, y 29 en un año bisiesto.

Un año de 355 días era menor que el año solar. La diferencia equivalía a 10 días y 6 horas. Entonces, en algún momento, ya no había una sensata correspondencia entre calendario y estaciones del año; y para que la hubiera, se intercalaron, cada cuatro años, dos nuevos meses, denominados “Intercalans”. Quienes intercalaban los nuevos meses eran los pontífices; pero algunas veces intercalaban tres meses, y persistía la incorrespondencia entre calendario y estaciones del año. En el año 46 antes de la Era Cristiana, Julio César, solicitó al matemático alejandrino Sosígenes, elaborar un calendario en el cual el año lunar fuera sustituido por el año solar, o año tropical, de 365 días y seis horas. El nuevo calendario se llamó “juliano”.

En el año 44 antes de la Era Cristiana, el senado romano decretó que el mes Quintilis fuera denominado “Julio”, en honor a Julio César. En el año 8, también antes de la Era Cristiana, Augusto denominó “Augusto” (nombre del cual se originó la palabra “Agosto”) al mes Sextilis. En general, los meses restantes tendrían que haber sido renombrados, porque Septiembre ya no era el mes séptimo, sino el noveno, ni Octubre era ya el mes octavo, sino el décimo, ni Noviembre era ya el mes noveno, sino el décimo-primero, y Diciembre ya no era el mes décimo, sino el décimo-segundo. En particular, Diciembre tendría que haber sido denominado, por ejemplo, “Duodecimus”, es decir, “décimo-segundo”.

Post scriptum. El calendario juliano original no dividía el mes en semanas de siete días cada una. Es probable que uno de los más lejanos orígenes de la semana de siete días sea Babilonia. Los babilonios tenían meses lunares, y dividían el mes en cuatro períodos de siete días, o tiempo aproximado que transcurre entre dos fases lunares.

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